Por azares del destino, pasé las fiestas patrias en Chicago, la ciudad donde la automotriz Ford tiene una gran planta de producción y en la que Donald Trump levantó su edificio más alto: la Trump Tower, de 423 metros, que en algún momento quiso convertir en la más grande del mundo. ¿Qué tienen en común la segunda mayor armadora de Estados Unidos y el candidato del partido Republicano a la presidencia de EU? Que se acaban de confrontar porque la automotriz anunció que moverá toda su producción de vehículos compactos a México.

Se preguntará qué tiene de extraño que una armadora estadounidense (o de cualquier nacionalidad) quiera instalar plantas de producción o expandir su capacidad en México, donde la mano de obra es más accesible y de primera calidad. Uno pensaría que nada, pero para Donald Trump, cuyo discurso antimexicano y proteccionista ha causado más que ‘mal humor social’: está afectando las expectativas económicas, sí significa algo más.

El miércoles de la semana pasada, el CEO global de Ford, Mark Fields, dijo que toda su producción de autos pequeños se iría a México. “Migraremos toda esa producción fuera de los Estados Unidos en los próximos tres años”, dijo en una conferencia con analistas, lo cual fue como gasolina para Donald Trump, quien amenazó con aplicar un impuesto de 35% a las importaciones de autos provenientes de México si llega a la presidencia. “Creen que se van a salir con la suya y van a despedir a los empleados en Estados Unidos”, soltó Trump.

Sin embargo, la pérdida de empleos sugerida por el republicano, para enarbolar su discurso patriótico, al parecer no será una realidad: “Ningún puesto de trabajo se perderá en Estados Unidos por esta decisión”, reviró el CEO de Ford en una entrevista con CNN, y agregó que le parecía desafortunado que asuntos políticos se mezclaran con los hechos.

Y para Fields, los hechos son que los costos de producción en México son 40% menores que los de sus plantas automotrices en Estados Unidos. Vaya lección elemental de economía, o más bien de sentido común. Quizá por eso ayer el Premio Nobel de Economía, Joseph Stieglitz, dijo en una entrevista con Bloomberg que “la economía estadounidense sería la gran perdedora si Donald Trump gana las elecciones presidenciales e impone nuevos aranceles a las importaciones, especialmente de China”.

Ciertamente, las decisiones de inversión de las grandes trasnacionales se toman con base en criterios como la ubicación, los costos de producción, la mano de obra, la disponibilidad de materias primas, proveedores, así como la estabilidad económica del país, los cuales México cumple a cabalidad, por eso es el séptimo mayor productor de autos del mundo.

Sin embargo, los mercados funcionan en buena medida con base a expectativas y el hecho de que Donald Trump esté avanzando en las encuestas electorales de Estados Unidos está poniendo presión a la moneda mexicana, que ayer cerró arriba de los 20 pesos por dólar.

Es cierto que la depreciación del peso frente al dólar no sólo ha tenido que ver con el proceso electoral de Estados Unidos, sino con la caída de los precios del petróleo y el aumento a las tasas de interés en EU; sin embargo, en los últimos días la trayectoria del peso ha sido muy similar a la que ha tenido Trump en las encuestas: cuando el candidato republicano sube en los sondeos, el dólar se aprecia frente a la moneda mexicana.

Ayer, el Financial Times publicó una gráfica que ilustra esta tendencia, la cual comenzó a correlacionarse de manera particular a partir de julio y de forma dramática en septiembre, sobre todo tras el desmayo de la candidata demócrata Hillary Clinton durante la ceremonia de aniversario del 11 de septiembre.

Los operadores de los mercados cambiarios están apostando contra el peso, ante la posibilidad, cada vez mayor conforme avanza el tiempo (y Trump en las encuestas), de que el candidato republicado llegue a ser presidente de los Estados Unidos.

Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, tendrá la oportunidad de aumentar la tasa de interés en su reunión de política monetaria del próximo 29 de septiembre, para evitar que el encarecimiento del dólar tenga un efecto inflacionario en la economía… en tanto el proceso electoral en EU avanza a su recta final, en noviembre.

Ya lo veremos, pero lo que está claro hoy es que muchos operadores cambiarios apuestan a Trump: es decir, en contra del peso.

Posdata 1. Le decía en la columna del jueves pasado que el efecto Trump también está afectando las colocaciones accionarias de empresas mexicanas, como la de la tequilera Casa Cuervo, que al parecer aplazará para el 2017 su Oferta Pública Inicial que planea hacer en el NYSE o en la BMV.

Twitter: @MarioMal

Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

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