La elección de Trump como Presidente de Estados Unidos se aprecia como “tragedia para México”. Más allá de la aversión por su retórica racista, su amenaza de deportar a millones de mexicanos y obligarnos a construir “el muro”, genera otros peligros. Su antiglobalización promete terminar la ubicación de empresas estadounidenses fuera de Estados Unidos, en el mundo y en México, “responsabilizadas” de la desindustrialización y el desempleo estadounidense, que atacará aplicándoles altos impuestos a la importación de sus productos a EU, afectando al amplio sector de capital de EU establecido en México, con particulares privilegios y ninguna restricción nacional. Completa el esquema el anuncio de revisión del TLC para terminar con esta globalización. Pero además, no se analizan los efectos de la política exterior entreguista de los gobiernos panistas, profundizada por Peña Nieto, que han generado la integración de México a los intereses estadounidenses, haciéndonos dependientes en energía, seguridad e infinidad de políticas, a través de acuerdos hegemónicos como el ASPAN, Iniciativa Mérida, “Dialogo Económico de Alto Nivel”, acuerdos interinstitucionales que han impuesto políticas de interés estadounidense al margen del Congreso. Este intríngulis establece ya una profunda dependencia política, económica y cultural. Ahora se transfiere esa dependencia, la red de concesiones al presidente Trump: la presencia en México de agencias de inteligencia y seguridad estadounidenses; agentes migratorios y aduanales estadounidenses armados en México; la vinculación del Ejército mexicano con el Comando Norte, difundida por el secretario de Defensa de Estados Unidos; privilegios concedidos a las transnacionales para exigir la ocupación de tierras de indígenas y campesinos, de acuerdo a sus intereses; todo quedará en manos de Trump.

Peña ha gobernado en contra de los intereses nacionales, violando principios constitucionales de política exterior; ha trabajado para la oligarquía nacional e internacional, abandonando a las mayorías a la pobreza; ignorante de la historia de la relación México-Estados Unidos, que obliga la estricta vigilancia de las permanentes acciones expansionistas de nuestro vecino. En el pánico, se clama hoy por la “Unidad de todos los mexicanos” en torno a Peña Nieto, destacando la defensa de nuestros connacionales migrantes, aunque toleró durante cuatro años la más grande deportación de la historia por Obama. El lunes, la secretaria de Relaciones Exteriores Ruiz Massieu declaró, en una Cumbre: “nuestro país va a seguir buscando diversificar su independencia económica de Estados Unidos, lo que no se logra de la noche a la mañana, ya que nuestra competitividad está ligada esquemas de integración”. Si esta línea, contraria a sus reformas, obedece a reconsideraciones de Peña, le demandaría un enorme compromiso nacionalista de fondo, no simulación de acomodo con el Trumpismo; frente a la amenaza implicaría su público compromiso con los intereses nacionales, definidos mundialmente como “la defensa y promoción de objetivos naturales y esenciales de un Estado en el área política, económica, social y cultural… para garantizar la supervivencia, seguridad del propio Estado y la defensa de su población” (Ruben Herrero). Todo ajeno al interés nacional estadounidense, que se resume en “incrementar su poder económico, militar, enfrentar poderes hostiles o Estados fallidos en sus fronteras” (Report of The Commisision on Americas’s National Interest). Obviamente, no cabe la integración de intereses nacionales contrapuestos. Superar las amenazas requiere de compromisos con fuerzas progresistas, organizaciones sociales, sectores industriales y comerciales nacionalistas, para deshacer estas redes de dominación institucionales, definiendo acciones claras para nuestro futuro. No se trata de autarquía, sino de relaciones internacionales de mutuo respeto, preservando la soberanía nacional, hoy enajenada. De otra manera no podría ser Peña Nieto aglutinador de la “Unidad Nacional”; frente a las amenazas debe “garantizar la supervivencia, seguridad del propio Estado (mexicano) y la defensa de nuestra población”.

Senador de la República

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