Este gobierno se especializa en enquistar los escándalos de corrupción. No los resuelve, los encubre con una vejiga de opacidad y cinismo en la que permanecen, mientras sus dolencias pudren el cuerpo político del país sin alivio ni justo desenlace: Casa Blanca, Ayotzinapa, espionaje y muchos más, están ahí, encapsulados.

El grupo en el poder y sus socios se inyectan valemadrol contra la ira ciudadana para continuar en la placentera cosecha de sus ganancias. Confían en el olvido de sus abusos y en la segura inmunidad del blindaje grupal.

Genuino representante del talante de esta oligarquía es el titular de la SCT; frente al socavón de Cuernavaca celebra el rescate del auto y en segundo término se compadece por el fallecimiento de dos personas, para él lo ocurrido fue un “mal rato” y ofende a los deudos ofreciéndoles dinero; la opinión pública le exige que asuma su responsabilidad política y dimita, se niega en redondo pero tiene la audacia de retar al presidente Peña para que lo destituya. Se sabe intocable, es un engrane clave del grupo.

Este clan se apresta a montar una nueva operación de Estado —como recién lo hicieron en su madriguera mexiquense, con el visto bueno del INE— para imponerse en las elecciones del año próximo. Necesitan protegerse las espaldas con un fiscal a modo y hacer inoperante al Sistema Nacional Anticorrupción; desean continuar: “¡Aún hay muchos socavones por construir!”.

Algunos casos enquistados son: la apresurada y polémica desaparición del Parque Nacional del Nevado de Toluca, los circuitos carreteros entregados a OHL, el expediente secreto de Odebrecht, la compra de plantas chatarra fertilizadoras por Pemex, los contratos en la CFE para la renta de autos y el surtido de medidores de consumo de luz, el cúmulo de conocidas adjudicaciones directas multimillonarias a favor de negocios vinculados a la élite del sexenio, operaciones financieras ruinosas en Infonavit, otorgamiento de créditos sin transparencia en Banobras. La Auditoria Superior de la Federación no se da abasto y clama en el desierto, nadie la escucha ni en la PGR ni en la SFP.

A esta lista de botones de muestra se sumó el trágico fiasco del Paso Exprés de la autopista México-Cuernavaca. Hay otros proyectos de infraestructura afectados por fatales suspicacias; diversos observadores activaron alarmas por la posibilidad de desastres en las dos obras consentidas de esta socavada administración: el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y el Tren Interurbano México-Toluca.

No son agoreros con mala leche quienes advierten los riesgos. El levantamiento de la torre de control del NAICM se le otorgó a la misma empresa española que construyó el socavón de Cuernavaca. Los que están a cargo de edificar el tren que enganchará a la capital de la República con el bastión del poder, forman parte del consorcio político-empresarial atlacomulquense, mismos que se distinguen por tres habilidades: apropiarse de los espacios y bienes públicos, hacer fabricaciones costosísimas de mala calidad y exprimir a los usuarios con abusivos peajes.

Ayer entró en vigor, incompleto, el SNA; en este contexto es muy significativo el alzamiento cívico del colectivo #VamosPorMás, integrado por fuerzas empresariales, organizaciones sociales, académicos y activistas. Han dicho: “México ha llegado a un punto insostenible, sin rendición de cuentas y altos niveles de impunidad”, reclaman la transformación de un “régimen gravemente afectado por la corrupción” y anuncian: “ no estamos dispuestos a acostumbrarnos. Hay que tomar el control antes de que sea demasiado tarde”. Una nueva etapa en la lucha anticorrupción comenzó. Será una batalla crucial para limpiar la gestión pública de México.


Comisión Anticorrupción del PAN.
@L_FBravoMena

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