Hoy se cumplen 15 años de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea (TLCUEM). Este tratado es un reflejo del enfoque estratégico de México para con su integración a la globalización.

Por supuesto, el TLCUEM hubiera sido impensable si antes no se hubiese negociado y aprobado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). La principal característica de los tratados de libre comercio, aunque frecuentemente a lo que menos atención se pone, es el nivel de certidumbre y reglas claras (estado de derecho) que brindan a los agentes económicos.

Si bien el TLCAN había ya consolidado la permanencia de la apertura en vista de las altas disciplinas negociadas y el volumen de comercio con Estados Unidos, el TLCUEM jugó un papel fundamental para subrayar la decisión de México de, por un lado, seguir con el proceso de apertura, pero mantener la independencia de las políticas comerciales de Washington y, por el otro, de aprovechar la ventaja cooperativa fundamental del país: su posición geográfica e integración económica para la producción que lo convierte en el único país emergente grande capaz de negociar tratados ambiciosos con América del Norte, con Europa y, como posteriormente se haría, con Japón.

A la Unión Europea la interesaba negociar con México para tener un pie en América del Norte y asegurar la competitividad de sus empresas en la zona dólar. A México para señalar la independencia de su política comercial con respecto a Estado Unidos. Pero hubo más: la propia negociación representó un importante y simbólico gesto de amistad de la UE para con México en momentos difíciles.

Quizá pocos lo recuerden, pero el proceso de negociación comenzó gracias a una Declaración Solemne firmada en Paris (Francia presidía la UE) en mayo de 1995 cuando, producto de la profunda crisis económica de ese año, muchos otros países insistían en distanciarse de México. Algunos de ellos incluso habían convertido el “no somos México” en su principal punto de venta en la reunión de Davos en enero de ese año. El gesto de amistad de la UE con México ese año es algo que vale la pena recordar y no olvidar.

A Francia le tocó jugar un papel importante en el TLCUEM al presidir la UE tanto para la Declaración Solemne como para el cierre de la negociación a finales del 1999. La inminente visita del presidente Peña Nieto a Francia será una ocasión para festejar esa alianza. No obstante, el papel protagónico para hacer una realidad el TLCUEM tanto en Bruselas como Estrasburgo lo jugó España. De la misma manera que sin Texas y sin texanos prominentes en Washington como el propio Presidente, el secretario de Estado, el de Comercio, el presidente del Comité clave en el Senado y la influyente gobernadora con el partido Demócrata, no hubiera habido TLCAN, sin España y el compromiso de sus autoridades en Madrid y Bruselas, no habría tampoco hoy TLCUEM.

Una vez terminada la negociación del TLCUEM México rápidamente negoció un tratado espejo con el resto de los países de Europa agrupados con ETTA por sus siglas en inglés (Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein y a la que el Reino Unido podría regresar si saliera de la UE).

Algunos piensan que México no ha aprovechado el TLCUEM y señalan el déficit comercial como prueba. Este análisis parcial no toma en cuenta su valor estratégico, ni el atractivo que representa México por su red de tratados. De hecho, el comercio bilateral ha tenido un crecimiento importante: las exportaciones de México a ese mercado han crecido 272 por ciento, mientras que las de la UE 242 por ciento entre 1999 y 2014. Es cierto que México tiene un déficit comercial con la UE (24 mil millones de dólares en 2014) pero esto se explica por el éxito en la atracción, inversión y operación de plantas de manufactura europeas en el país. Cada vez que se instala una de sus plantas se genera un déficit con la UE, pero un superávit total gracias a la exportación final.

Estas inversiones son producto no sólo del TLCAN con el objetivo de penetrar el mercado de Estados Unidos, sino también del TLCUEM. Un fenómeno similar sucede con respecto a Japón. La creciente presencia de manufactura japonesa no sólo responde a un posicionamiento con respecto América del Norte, sino al tratado bilateral con ese país.

¿Qué sigue? México y la Unión Europea recientemente anunciaron una actualización y profundización del tratado. Es menester trabajar en varias dimensiones para potenciar la relación bilateral. Entre ellas:

1. Ampliación de la cobertura agropecuaria y eliminación de cuotas de exportación.

2. Profundización del ámbito de servicios para incluir un acuerdo de cielos abiertos y una ampliación de la lista de profesiones y cuotas para entrada temporal de profesionistas.

3. Un acuerdo de intercambio tecnológico para el establecimiento en México de un laboratorio de investigación básica.

4. Un acuerdo para permitir la acumulación de origen para con países de la Alianza Pacífico y de América Central.

5. Profundización del capítulo de compras de gobierno para incluir gobiernos estatales y municipales.

6. Un compromiso para negociar contemporáneamente con la UE las mismas disciplinas que este bloque negocie con Estados Unidos, en el marco del TTIP.

La negociación del TLCUEM ha sido estratégica para el país y es muy importante apuntalar esta relación. México es la única economía emergente grande que puede tener, al mismo tiempo, un tratado en América del Norte, uno trasatlántico, otro transpacífico (el TPP ahora además del bilateral con Japón) y uno ambicioso en América Latina (Alianza Pacífico). Ninguno de sus principales competidores (Brasil, China, la India, Indonesia, Malasia, Rusia y Sudáfrica) puede aspirar a ser considerado como estratégico en estos mercados. La profundización del TLCUEM es clave para realmente explotar esta ventaja irrepetible.

@eledece

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