El tipo de cambio vuelve a estar en una delicada zona de turbulencia cuyos orígenes son de orden externo, pero también interno. Los externos más importantes son la expectativa de cambios en política monetaria de Estados Unidos y el precio internacional del petróleo; los internos, la tasa de interés de referencia del Banco de México, las medidas de la comisión de cambios y la política fiscal de la SHCP. La expectativa de política monetaria de la Reserva Federal ha sido, por mucho, el factor más importante, y las herramientas de política interna las menos. Se corre ahora el riesgo de que la relevancia del origen interno suba como factor para explicar las fluctuaciones del peso. Este riesgo debe evitarse.

Desde 2011 cuando Ben Bernanke, entonces gobernador de la Reserva Federal de Estados Unidos, anunció el inicio del fin del relajamiento monetario y luego, de manera más intensa, cuando Janet Yellen, la ahora gobernadora, señaló que se incrementaría la tasa de interés de referencia, la cantidad de pesos por dólar ha entrado en una escalera alcista de la que no se ha podido bajar.

La sola posibilidad de que la Reserva Federal fuere a aumentar la tasa de interés provoca una depreciación del peso ya que los mercados anticipan el efecto de una tasa mayor. En anticipación de las reuniones de la Fed, el peso se devalúa ante la expectativa de un alza, cuando la reunión tiene lugar y la tasa no se incrementa, el peso se revalúa, pero en menor proporción de lo que se había devaluado ya que queda siempre la posibilidad de que, en la próxima reunión, pudiere haber un anuncio sobre otro posible incremento. Así, sin prácticamente ningún incremento en la tasa de interés (excepto el modesto de diciembre pasado), el tipo de cambio ha pasado de 13 a 19 pesos por dólar; es decir, un cambio de 46 por ciento ante la sola posibilidad teórica de un incremento de la tasa de interés de uno por ciento.

Efectivamente, el hecho de que el peso mexicano sea la divisa emergente más líquida y con transacciones en tres continentes 24 horas al día implica un reto muy especial. Pero ésta no es la razón principal de que la devaluación del peso sea incluso superior a la de otras monedas cuyos países dependen más de las materias primas. De hecho, la demanda del peso mexicano para transacciones que nada o poco tienen que ver con México es una buena noticia que, en el mediano plazo, con políticas monetarias y fiscales robustas, podría convertir al peso en una moneda de reserva, privilegio exorbitante. El problema es la asimetría de la escalera que sólo se mueve en un sentido.

Quizá no sea mucho lo que pueda hacer México ante la severa turbulencia internacional, las fuertes distorsiones de la política monetaria de Estados Unidos y los eventos futuros que predicen tormentas (Brexit, China, Trump y otros). Lo que sí puede hacer es evitar poner a su economía en una situación de vulnerabilidad. Desafortunadamente, los déficit primarios del sector público acumulados desde 2009 y profundizados en este sexenio juegan en contra de la trayectoria futura del peso y restan credibilidad a las políticas que se anuncien para enfrentar el vendaval.

Pero todavía se puede actuar para fortalecer los cimientos (fundamentos es una mala traducción) de la economía y corregir, aunque sea parcialmente, la pronunciada asimetría que se observa. Son varias medidas las que se pueden tomar para fortalecer la posición de la economía ante la turbulencia ya presente y la que se avecina:

1. Encarecer el uso del peso mexicano para operaciones de cobertura subiendo la tasa de interés. Ésta es una medida que se debe tomar en función de los aumentos en Estados Unidos y del proceso inflacionario en México, pero no puede ser la única ni la más importante.

2. Encarecer el uso del peso para operaciones de cobertura al no acumular reservas cuando los movimientos en los mercados lleven a una revaluación del peso. La acumulación de reservas que se ha hecho en el pasado, aunque mucho menos en los últimos meses, ha limitado el rango de revaluación, lo que disminuye las pérdidas potenciales para los manejadores de fondos con posiciones cortas en pesos. El potencial de una más fuerte revaluación sirve como desincentivo a sobreutilizar el peso como mecanismo de cobertura y puede reducir la asimetría de la turbulencia cambiaria. Puede incluso pensarse en proveer liquidez al mercado durante periodos de revaluación.

3. Acelerar el programa de reducción del cociente deuda a PIB con recortes más profundos al gasto público corriente.

4. Fijar el precio del petróleo para el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) en un nivel razonable, 35 dólares por barril por ejemplo, de tal suerte que cualquier incremento o cobertura por arriba de ese nivel se destine al Fondo Mexicano del Petróleo. Una vez que el fondo tuviere recursos arriba de un umbral, se transferirían recursos al PEF pero sólo para gasto de inversión. Esta medida sería muy útil para construir una credibilidad de largo plazo para la política fiscal y despetrolizar el gasto corriente. Permitiría a México argumentar que el país no es emergente desde el punto de vista macroeconómico. Hacerla permanente, implica cambios de leyes e, incluso, de la Constitución.

5. Asegurar que el crecimiento del crédito de la banca de desarrollo sea congruente con su nivel de capitalización y que no se use a esta banca para evitar el esfuerzo presupuestario que se necesita.

6. Legislar la segunda vuelta electoral para minimizar el riesgo de conflictos postelectorales en 2018.

Aunque no parezca, a México le conviene que la Reserva Federal de Estados Unidos termine con la incertidumbre y anuncie incrementos pausados de la tasa de interés para los próximos meses. Hace más daño la posibilidad del incremento que uno anunciado. Le conviene también que Brexit no triunfe, tanto por la mayor intolerancia al riesgo que generaría, como por la coincidencia de sus proponentes con la visión de Donald Trump. Así mismo, sería mucho mejor que Trump perdiera rotundamente y el resultado se deba, en parte, a un fuerte voto de mexicoamericanos. Como no se puede realmente influir en ninguno de estos desarrollos, hay que dedicarse a solidificar los cimientos de la economía para resistir el mal tiempo.

@eledece

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