Hace unos días, el 12 de diciembre, Juan Ignacio Rodarte Cordero, director del Instituto Mexiquense de la Pirotecnia, se ufanaba de que el mercado de San Pablito, en Tultepec, era el establecimiento de producción de fuegos artificiales “más seguro de Latinoamérica”, lo decía sin importar que en marzo de este mismo año se registró una explosión que dejó tres muertos y en octubre otra, únicamente con heridos.

Para las autoridades responsables de la producción de cohetes en el Estado de México, la “seguridad” radica en la distancia que hay entre los locales que los fabrican, si hay un accidente en uno es improbable que la explosión recorra los metros que los separan de otro. El resultado: 31 muertos y más de 70 heridos, hasta el momento de redactar esta columna.

El señor Nezahualcóyotl Romero es un artesano de la pirotecnia, un cohetero, de toda la vida.

Seis generaciones de su familia se han dedicado al negocio donde ellos mismos fabrican la pólvora e idean nuevas formas de juguetes explosivos. Hace unos años, mientras el señor Romero compactaba la pólvora para un cohete algo salió mal, un martillazo donde no debía, un golpe imprevisto, una fricción involuntaria, “algo” provocó que su local estallara y perdiera una pierna, me dice orgulloso que su trabajo es domar al fuego, dominar a Dios dónde siempre, de alguna manera, van a terminar perdiendo. Don Nezahualcóyotl también tiene alma poética.

Pero, lejos de las fatalidades del sino, el hombre que ha dedicado su vida a los chispazos del jolgorio, es extremadamente lógico y piensa que la tragedia, las tragedias, podrían evitarse de una manera sencilla: uno, con locales de adobe, de cemento, que resguarden una explosión más allá de la distancia, y dos, con un “sistema de riego”, una especie de anti incendios que al detectar fuego, humo, temperatura u otros factores, lance chorros de agua, como edificio gringo, dónde terminan todos mojados, antes que muertos.

San Pablito, ciertamente, cumplía con las medidas legales de seguridad: tambos de agua y algunos extinguidores.

Suena más lógica la propuesta del cohetero, ¿o no?

DE COLOFÓN.— Todavía no le pagan los partidos al SAT.

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