Sobrevivió más de seiscientos atentados y murió, como todo lo inevitable, de viejo, de enfermo, de algún incidente del que nos enteraremos en muchos años o nunca, como parte siempre del misterio que lo envolvió.

Dicen que tuvo pacto con los dioses africanos, dicen que doblegó al imperio, dicen que aún vive, dicen que más bien se murió desde hace muchos días, ¿semanas?, y que aprovecharon el aniversario del Granma para hacer coincidir su partida con el inicio de la Revolución… De la Revolución que llevó diariamente un plato de comida a todos los cubanos, de la Revolución que alfabetizó y educó y adiestró, de la Revolución que siempre fue un símbolo, dogmático como casi todos los símbolos.

Ciertamente, se ha muerto un dictador.

Ciertamente, se ha muerto un revolucionario, un hombre de Estado.

Ciertamente, ha muerto un anciano podrido en riqueza con su pueblo sumido en la miseria.

Fidel Castro Ruz no es un hombre que pueda caber en el juicio maniqueo de la historia simplista, en estricto sentido de análisis hay una balanza que se resiste de manera tajante a inclinarse a un lado o al otro.

Y es que, la muerte de Fidel, marca otra cosa, muy alejada del dictamen de la historia del personaje en sí, porque Fidel es más que Fidel, Fidel es una ideología, Fidel es el comunismo encarnado, tropicalizado, efímera y vagamente triunfante y radicalmente fracasado, Fidel es la cara de la rebelión ante el capital, Fidel es la cara de la radicalización, es el pequeño David que nunca mató a Golliat, es el berrinche de la cerrazón a costa del confinamiento que lacera con hambre y miseria, Fidel es la tiranía de los necios, el epítome de la derrota que se vende como gloria, el sufrir como gloria, el dolor como gloria, la victimización eterna como gloria. Fidel es un souvenir del capitalismo salvaje. Fidel es un juguete. Un chiste. Un meme. Una anécdota de sesenta años, en el mejor de los casos.

O, ¿es que alguien en su sano juicio aún cree que es posible la Revolución? Seriamente, ¿alguien le apuesta al confinamiento absoluto, que no es lo mismo que la protección de ciertos intereses económicos?, o ¿al adoctrinamiento como método de educación?, ¿la violación de derechos humanos como justificación de una ideología?, ¿siquiera, tanto importa aún una ideología sobre el bolsillo y el bienestar “burgués”?

Fidel ha muerto y su ideología también. Su muerte es un símbolo, como su vida lo fue.

Y sí, ganó Trump.

De Colofón. Si quieren credibilidad, ahí está Borge.

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