Hace poco más de un año, el 56% reprobaba la administración de Enrique Peña Nieto; hoy lo hace el 63%. En Marzo de 2015 el conflicto de la disidencia a la reforma educativa aún no estallaba como estalló, la debacle del PRI en la elección de los estados era impensable, la Ley 3de3 apenas se cocinaba y el entorno económico desfavorable no lo era tanto.

Todavía el 24 de marzo de 2015 podíamos comprar dólares en poquito menos de 16 pesos, el gobierno y el PRI no se cansaban de vendernos los beneficios de la reforma energética con disminuciones en las tarifas eléctricas que apenas nos ahorraban unos cuantos pesos. En 2015 no hubo gasolinazos.

Pero en 2016 el dólar se compra en casi 19 pesos, hay nuevos incrementos en las tarifas eléctricas y nuevos incrementos al precio de la gasolina.

Y como en 2015, hay mucha violencia, muchos muertos y mucha sangre.

Con todo, si comparamos a Peña con la presidenta chilena, Bachelet, que en abril tenía 66% de desaprobación o con Juan Manuel Santos, de Colombia, que tenía 64% ese mismo mes, sale un tanto librado. Muy de panzazo.

Hace unos meses, Gallup le dio 50% de aprobación a Barack Obama, su índice más alto, por aquellos que presumían mejores números de Peña Nieto que de la Casa Blanca.

A finales de abril, en el marco del tianguis turístico de Guadalajara, el Presidente declaró: “A veces (se) puede decir y leyendo algunas notas, columnas y comentarios que recojo de aquí y de allá, en donde se dice: es que no hay buen humor, el ánimo está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social (...) Somos un país como pocos, como para presumirnos ante el mundo”.

Ciertamente, tenemos mucho que presumirle al mundo y ciertamente no estamos solamente de mal humor. Estamos encolerizados.

Encolerizados ante una percepción de corrupción rampante, ante la impunidad de gobernadores que se roban todo, ante discursos que nos venden espejitos, ante la falta de un discurso sólido ligado a acciones sólidas para que no dejen a la ley peor que un papel sanitario. Estamos encabronados ante la falta de una brújula. O de los capitanes que no saben leerla.

Insisto, ante el nivel de “mal humor”, no le fue tan mal a Peña.

DE COLOFÓN. Hay disidencia en el PRI cada vez más marcada, un grupo apoya al ex dirigente y otro a los allegados de Los Pinos. Un ex gobernador, de grandes números pero derrotado hace un año, se perfila como el siguiente presidente. Dicen.

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