Escucho 16 segundos de metralla, hay desesperación, la piel se eriza frente a los gritos, la súplica, ¡vámonos de aquí, vámonos de aquí!.. ¿Cuántas vidas se habrán perdido en esos 16 segundos?, ¿10, 20, 30? De pronto estás brindando en la fiesta, en el baile, en un beso de amor o en un arranque de lujuria. De pronto estás muerto.

Es el atentado terrorista más grave de Estados Unidos desde el 9/11, es un “lobo solitario” inspirado por el odio de Daesh, es una tragedia. Otra más. Un “acto de terrorismo doméstico”, usa como eufemismo Obama. Es el imperio arrodillado a un enemigo invisible que lleva en la sangre.

Se abrirán los debates de siempre: las armas que uno consigue en Estados Unidos a precio de ganga en cualquier lugar, pero ¿quién se enfrenta a la poderosa NRA que financia campañas millonarias de demócratas y republicanos?, la discriminación a las minorías, pero ¿quién para el discurso de odio contra los musulmanes que se convierte en tantos votos? Las invasiones gringas, pero ¿quién sacrificará a las trasnacionales que se vuelven asquerosamente ricas con la guerra?.. El debate de siempre. Hipócrita. Infructuoso, que sólo germina en 50 muertes más.

Omar Mateen sabía perfectamente bien lo que estaba haciendo, salió y entró del Pulse varias veces mientras mantenía su situación de rehenes, se supo camuflar entre sus víctimas, por más de tres horas burló a la nación que presume la inteligencia más agresiva del planeta y mató a cinco decenas de inocentes. Sembró el terror sin que Daesh se lo pidiera, sin que ISIS le invirtiera un dólar.

Estados Unidos y el mundo libre se enfrentan a un fantasma. Y van perdiendo.

Aquí tenemos nuestros Orlando todos los días, pero estamos dormidos, nos gusta lo patético… ¿Y si hubiera sido en México?, quizá la familia del asesino tendría millones de pesos como compensación económica por haber sido abatido por las fuerzas federales, si el psicópata se proclamaba guerrillero, prestos, saldrían los defensores de los derramamientos de sangre y la muerte a hacerle segunda y todos culparían al gobierno. Es más fácil. ¡Qué miedo enfrentarse a los malos!

Aquí tenemos nuestros Orlando todos los días, pero parece que nos gusta el terror. O ya nos acostumbramos.

DE COLOFÓN. Rubén Nuñez cobraba 3.5% de moche sobre los servicios y productos que obligaba adquirir a los agremiados. Son casi cuatro millones los que se llevó a la cartera, además de sus 300 mil pesos mensuales como “maestro”. El discurso de los marginados paga. Y muy bien.

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