Como los dos pasados domingos no hubo ni periódico, hace ya tres semanas que no le cuento cómo va todo en esta Asamblea Constituyente. ¡Vaya que han pasado cosas en estas tres semanas!

Ya estamos en plena discusión en el Pleno, artículo por artículo. El avance ha sido mucho más lento de lo esperado por un calendario programático tentativo de fin de año que ya nos tendría en el artículo 30 y tantos y apenas vamos en el 15 (de 71). Hay varias razones para ello. Creo que son positivas, como que sí hay reservas, aunque podría complicar el resultado final, sobre todo porque estrictamente tenemos hasta el 31 de enero para terminar la discusión.

¿Y cómo se discute y se llega a acuerdos? Ah, la discusión. Sí hay, claro. Pero no necesariamente es abierta y pública. ¿Es algo propio de esta particular y única Asamblea Constituyente? No lo creo, es más bien reflejo del sistema parlamentario mexicano en el que la discusión pública no precisamente se favorece: se hace en cúpulas o quizá en grupos pequeños con los que se va buscando acuerdos.

Las circunstancias específicas de esta Asamblea tampoco ayudan: tenemos, además, el tiempo encima. Aunque argumentar el tiempo a veces me parece más bien un pretexto para apoyar (y no buscar ni cambiar) una cultura que ya está muy arraigada.

Ayer mismo lo decía Santiago Creel al final de una buena discusión sobre la pertinencia o no del ingreso básico universal, ¡lo dijo!: a veces el Pleno no es el mejor lugar para discutir las cosas.

Me hizo recordar una conversación que tuve a final de año con un compañero periodista que me ofreció apoyo para hacer una “verdadera” crónica parlamentaria de esta experiencia. Se refería a plasmar lo dicho en tribuna.

Pero mi experiencia —breve y limitada a estos meses— me hace sostener que para entender lo que sucede y cómo algo llega a convertirse en ley no hay que estar pendiente sólo de lo que pasa en Tribuna, hay que tomar en cuenta muchas más cosas.

Por ejemplo, para entender lo que pasó habrá que añadir al Diario de los debates muchos otros textos, memorias y hasta entradas de redes sociales: Twitter, Facebook y mucho Periscope.

Habrá que reportear (o contar ya pasado un tiempo) los acuerdos en los muchos “cuartos de al lado” hechos en restaurantes, oficinas privadas, salones del Palacio de Minería y por supuesto —en esta experiencia— alrededor de la mesa del salón Luis Donaldo Colosio. Habrá que contar ese “sí” obtenido apresuradamente en el pasillo; la firma o el cambio en el texto a punto de subir a Tribuna; el cabildeo entre curules, o en ese pequeño salón que está junto al baño, donde siempre hay café, galletas y a veces comida.

Habrá que contar de las reuniones previas de los partidos políticos. Contar también, como en toda empresa en la que interviene un ser humano, las filias y fobias personales mucho más allá de las posturas ideológicas de los partidos.

Sólo lo que se cabildea existe y las “megareservas”. Eso sí, si alguien tiene la idea de que sólo por hacer un gran discurso en el Pleno, dar públicamente ahí argumentos, algo llega a alguna ley… es probable que esté equivocado. Claro, siempre hay excepciones.

Pero como regla, se podría decir que sólo lo que se cabildea existe. Desde lo más chico hasta lo mayor.

Así en esta Asamblea Constituyente, en el caso de Carta de Derechos (que tuvo un déficit de discusión pública, amplia, en comisiones), ¿qué sí pasa más allá del dictamen? Lo que se negocia. Ya sea por acuerdo pasillero —o previo en salones— de los grupos parlamentarios o vía algo que esta semana se estrenó: “la megareserva”.

¿Qué es eso? Bueno, es una renegociación de parte del dictamen en los hechos. Párrafos completos que incluyen cambios que proponen diversos constituyentes, como fue el caso del Artículo 13, donde hubo una “megareserva” de todo lo relacionado a educación y que pacientemente fueron hilando Cynthia López Castro (del PRI, cercanísima a Aurelio Nuño), Juan Carlos Romero Hicks (del PAN, senador y presidente de la comisión del tema) junto con los y la coordinadora parlamentaria. Pero sobre todo ellos dos recorrieron, mientras se discutía el Articulo 12, todo el salón hablando con todos los que teníamos reservas para tratar de incluirnos en una sola.

Y así pasó. Casi por unanimidad. A esa “megareserva” se incorporaron las reservas que hicimos —y cabildeamos antes— la diputada Yolanda de la Torre y yo de que la Lengua de Señas Mexicana (LSM) sea considerada patrimonio de la Ciudad, que se reconozca el derecho de la comunidad sorda a recibir educación bilingüe en LSM y español. Algo inédito a nivel mundial.

Pero hubo otras “mega reservas” y habrá más: para derechos culturales, por ejemplo. Hay otra de trabajo. Seguramente se construirán más en el futuro.

Por ejemplo, mi vecino de curul, Enrique Provencio (quien es presidente de la comisión de Desarrollo) ya está trabajando en revisar las reservas presentadas de toda su comisión. Aunque no puede convocar de manera formal a la comisión para revisarlo, porque va en contra del reglamento, lo está viendo constituyente por constituyente, en búsqueda de acuerdos.

El derecho a la muerte digna. Quizá la única sorpresa que ha habido es que sí logró pasar el derecho a una muerte digna, a la eutanasia. Algo que desde que llegó a la Asamblea Constituyente se propuso plantear Jesús Ortega y también cuando llegó en sustitución de Horacio Franco el académico Isidro Cisneros. Ortega (quien es mi otro vecino de curul) trabajó el hablar con todos los grupos y presentar la propuesta. Pulió la redacción casi hasta subirla y luego… se llevó una sorpresa.

Estaba junto a él cuando estábamos esperando la votación el 4 de enero. Ese día habíamos 84 diputados constituyentes, por lo que el número para aprobarlo por dos terceras partes era 56, justo los votos que lograría. Ni uno más… pero tampoco ni uno menos.

El PRD y Morena (con la excepción de Elvira Daniel) votamos a favor. También Movimiento Ciudadano y Nueva Alianza. Pero los votos definitivos fueron de otros 7 constituyentes que no votaron como sus partidos: Gabriela Cuevas, del PAN; Irma Cué Sarquis y María Lorena Marín, del PRI; Manuel Díaz Infante, Augusto Gómez Villanueva, Fernando Lerdo de Tejada y Beatriz Pagés, quienes fueron designados por el Presidente.

Otra excepción: el ingreso básico universal. Como excepción, el sábado tuvimos una discusión durante más de 4 horas sobre una reserva presentada por Fernando Lerdo de Tejada que pedía retirar en el Artículo 14 el ingreso básico universal.

Fue un buen momento de la Asamblea, donde la enorme mayoría de las intervenciones fueron de nivel y muy interesantes. El reloj quedó a un lado y se dieron intervenciones largas. Es una discusión que se volverá a dar porque algo así como sus principios de aplicación están en el Articulo 22.

En el fondo sí hay una concepción de Estado diferente, pero también —aquí es mi personal opinión— hay muchas más cosas qué considerar, más allá de si sólo “alcanza” el dinero para dar alguna cantidad de dinero a todos por el solo hecho de nacer.

Si se da para garantizar una vida digna —con la que todos estamos de acuerdo— no todo se soluciona con dinero, por ejemplo. También creo que debe haber apoyos diferenciados: no todos tenemos las mismas necesidades. El mismo proyecto de Constitución ya contiene otras “rentitas básicas”, como dijo en tribuna Claudia Aguilar: útiles escolares, becas, derecho al cuidado, por ser adulto mayor, persona con discapacidad, por estar desempleado…

Pero más allá: ¿qué estudio de viabilidad financiero ha sido hecho, en serio, para ver su aplicación, garantía, progresividad? ¿De qué manera se ha comprobado que es la mejor manera de proceder? Más allá de opiniones y de que sí ha sido un “piloto” el apoyo a 510 mil adultos mayores en la Ciudad no hay muchos más datos. ¿Así se legisla en este país, sin datos? (La verdad es que creo que muchas veces, sí).

Al cierre de la columna estábamos discutiendo el tema de la inclusión —y cómo— de la cannabis terapéutica.

De risa. Esta semana apareció una carta de Enrique Jackson en la Gaceta. Le avisaba a Alejandro Encinas que en la comisión 1, de Principios, no nos habíamos podido reunir para ver lo de un nuevo dictamen que hay que hacer del Artículo 75. Es de risa porque aunque hay un nuevo dictamen del 26 y del 73 jamás se reunió la comisión, al menos en el Pleno. Nos entregaron un nuevo dictamen, que se nos pidió firmáramos (claro, como cada quien quisiera).

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