Pude ir decenas de veces a San Pedro y Tegucigalpa para los juegos eliminatorios entre México y Honduras. Mucho se habla de la hostilidad del público la noche anterior con las serenatas al pie del hotel , la agresividad transformada en cánticos en el estadio, vestidores descuidados con guardias que no tienen una actitud neutral, gran calor y humedad, condiciones del campo complicadas.

Todo eso es cierto, pero no se suele admitir dentro de los factores influyentes, la calidad de los jugadores hondureños y su inspiración maximizada por siempre agradar a su afición en esos juegos.

Poco se habla en México de la producción hacia el extranjero de futbolistas de Centroamérica. Es una obviedad no considerar las grandes diferencias en estructura futbolística entre México y estos países fraternos, pero no suele tener mayor peso en este tipo de partidos.

La complejidad para ganar el martes allá, es igual de extrema que siempre. Han ido selecciones más y menos brillantes que esta, y terminan atascándose. Hará falta jugar con mucha humildad y dejar la soberbia traicionera en el vestidor.

Parece que el colombiano Osorio puede ayudar en eso, por su perfil bajo y discurso actual. Seamos claros sin ser mediocres, objetivos sin ser conformistas, sin pretenderlo, un empate sería buenísimo para México. Ahí están las estadísticas. Hablan de tremenda adversidad para dominar a los hondureños.

En lo que el nuevo técnico tiene tiempo para imponer el estilo de juego para la Selección de México, lo que conviene en Honduras el martes, es un juego práctico, sereno, seguro y humilde. Que los hondureños sean los necesitados y revolucionados por estar en casa. Nosotros, como invitados, respetuosos y amables para echar a perder la fiesta.

Osorio necesita reforzar su credibilidad hacia adentro del plantel y con el entorno. Ese ese el principal propósito el martes.

Twitter: @Javier_Alarcon_

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