El legendario Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’ falleció el 2 de junio pasado. Así lo informamos en estas páginas minutos después de que su extenuado corazón dejara de funcionar.

‘El Pana’ fue un torero barroco, pinturero, heterodoxo, pintoresco y bohemio. Se sentía torero y se comportaba como torero las 24 horas del día. Tuvo ese atributo esplendente que es la perso-nalidad. Corrió la legua y sufrió vetos de las empresas, gravísimas cornadas, enfermedades, ingre-sos en la cárcel y años de depresión alcohólica.

Tuvo una vida repleta de anécdotas y vivencias. Chapado a la antigua, controvertido y desigual, limitado técnicamente con sus piernas un tanto engarrotadas, pero sobrado de expresión y creatividad, se declaró enemigo del toreo utilitario y las faenas en serie. También es verdad que ‘El Brujo de Apizaco’, como lo rebauticé hace algunos años, podía pasar en un instante de lo sublime a lo ridículo.

Aunque ciertamente era un torero que se cocía aparte, su leyenda no hubiera alcanzado tanta celebridad de no haber triunfado clamorosamente la tarde de su supuesta despedida en la Plaza México, el 7 de enero de 2007. Después de ser presa de una irregularidad crónica, aquella tarde rica en matices se redimió con los toros ‘Rey Mago’ y ‘Conquistador’ de la ganadería de GarfIas. A ambos les dio pases fantásticos, con sabor antiguo, sentimiento y temple. El trincherazo que pegó por el rumbo de la puerta de toriles fue sencillamente antológico. Al consumar ese muletazo non plus ultra, Rodolfo tiró la muleta y se fue del toro, como diciendo: “ya puedo morir tranquilo”.

Meses después, este iconoclasta del toreo realizó una faena todavía mejor y más limpia a ‘Tahonero’ de García Méndez en la plaza ‘Ranchero’ Aguilar de Tlaxcala. Pero de este trasteo se habla poco porque éramos sólo unos cuantos los que lo presenciamos en el pequeño coso junto al campanario del ex Convento de San Francisco.

Uno de los rasgos más importantes del toreo de ‘El Pana’ fue su gran variedad. Desde su debut como novillero en el coso de Insurgentes en 1978, mostró una marcada tendencia a revivir suertes en desuso. El otro día, al revisar el valioso material fílmico que en 2008 me obsequió ese panista irredento que fue el desaparecido Elesban Solano, conté no menos de cincuenta suertes diferentes interpretadas por el diestro tlaxcalteca en su último año de novillero y sus primeros tres de matador de toros. Yo calculo que habrá realizado unas 90 suertes diferentes a lo largo de su prolongada trayectoria. Nunca se conformó con las fundamentales. Gracias a su repertorio amplio, fue siempre garantía de espectáculo. Por si fuera poco, inventó varias suertes como la veleta, la rielera, el voy y vengo, el cambio de vía, el quite del sueño y el Par de Calafia, al quiebro y de espaldas al toro.

En estos tiempos de toreo lineal, donde vemos a la torería española estereotipada (salvo contadísimas excepciones), cobra importancia el enorme abanico de alternativas de lucimiento del desaparecido matador, que fundamentó su propuesta en el toreo a la mexicana, formidable aleación de lentitud y esencia, donde las formas suelen ser avasalladas por el sentimiento.

Ellas. El jueves pasado, la torera murciana Conchi Ríos recibió la alternativa en Cehegín de manos de Manuel Díaz ‘El Cordobés’. Conchi se unió a la no muy larga lista de matadoras de a pie en la historia del toreo, que incluye a ocho españolas, seis mexicanas, una colombiana y una peruana.

De entre las más destacadas podemos mencionar a Juanita Cruz, Raquel Martínez, Cristina Sánchez, Mari Paz Vega, Hilda Tenorio y Lupita López. Los varones se han negado siempre a alternar con mujeres, pues se les ceden los toros de menor catadura y sienten que el público se pone automáticamente a favor de ellas, resultando más difícil alcanzar el triunfo.

Recuerdo. Acompaña esta columna una caricatura del extraordinario escultor taurino Humberto Peraza, fallecido el 28 de mayo, realizada por nuestro compañero Luis Carreño. Peraza tenía 90 años de edad.

heribertomurrieta65@gmail.com

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