No había terminado, el domingo pasado, la conferencia del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI, que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos conformó para investigar los hechos ocurridos en Iguala el 26 de septiembre de 2014, y las redes sociales ardían como la pira que los investigadores del GIEI aseguran que habría sido necesaria para consumir los cuerpos de los 43 normalistas que desaparecieron esa noche: una pira alimentada con 30 mil 100 kilos de madera y 13 mil 300 kilos de neumáticos, y no con 15 llantas y algunas ramas, como asegura el peritaje de la PGR.

Un experto en manejo de fuego y seguridad, acreditado por las universidades de Berkeley, Edimburgo y Queensland, y premiado por la Royal Society de Escocia, el doctor José Torero, señaló que era imposible que los estudiantes hubieran sido incinerados en el basurero de Cocula, como aseguraban las autoridades. Entre otras cosas, porque para lograr la combustión a mil 600 grados, que según el peritaje oficial calcinó 43 cuerpos, la pira debió permanecer ardiendo 60 horas, y no las modestas 16 que le bastaban a la versión de la PGR.

“El GIEI se ha formado la convicción de que los muchachos no fueron incinerados en el basurero de Cocula”, concluyó uno de los integrantes del grupo.

Fue el acabose. Las redes empezaron a sonar como un panal de abejas enfurecidas: Peña había mentido a la nación; la ciencia vencía con argumentos la “verdad histórica” del ex procurador Jesús Murillo Karam; el GIEI había derrumbado las infames mentiras de la PGR: no existían señales de “daños térmicos”; no había indicio alguno de que un incendio de esa magnitud hubiera ocurrido en el basurero.

El hecho de que en la conferencia se señalara varias veces que el doctor Torero había hecho “cálculos” y “estimaciones” no restó contundencia, ni a las afirmaciones de los expertos, ni a las manifestaciones de cólera que surcaron las redes. Esa indignación se sostenía, sin embargo, en la parte más frágil de la investigación del GIEI: hoy se sabe que el doctor Torero visitó el basurero sólo unos minutos, diez meses después de la noche de los hechos, y no recogió en el lugar ningún tipo de material que ayudara a sustentar sus conclusiones. Se limitó a pensar en lo que “no pudo ocurrir”.

La PGR realizó en el basurero 487 dictámenes periciales en distintas especialidades. En esos dictámenes participaron no sólo peritos de la procuraduría, sino también investigadores de los institutos de Biología y Geología de la UNAM: entre otros, Evaristo Reyes, Mauricio Cerón y Cristina Aguilar.

En esos peritajes participó también un especialista en procesos termodinámicos y cinética, el doctor Enelio Torres-García, del Instituto Mexicano del Petróleo.

Esos expertos señalaron que en el basurero había rocas con impacto térmico, y que el suelo tenía cambios de tonalidades causados “por combustión de combustibles con alta energía calórica”. Señalaron que en el agujero de Cocula había piedras fracturadas por la calcinación, y flora que había crecido luego del 26 de septiembre, e incluso restos dentales que habían sido sometidos a temperaturas de mil 600 grados centígrados.

Un dictamen químico localizó el punto de origen del incendio. Un dictamen biológico demostró que había plantas afectadas por el calor. Un dictamen entomológico reveló que había larvas dípteras que se alimentan de restos de tejido.

Según la visita de 20 minutos del doctor Torero, nada de esto pudo ocurrir.

Una duda sincera: ¿Qué habrá llevado al GIEI a exponer una investigación de seis meses y apostar por conclusiones que derivan de “cálculos conservadores” y una visita de minutos al basurero donde supuestamente ocurrieron los hechos? ¿Por qué casarse con una conclusión que contradice en parte la del Equipo Argentino de Antropología Forense, que aseguró que “se recuperaron restos humanos quemados y calcinados tanto en el río San Juan como en el basurero de Cocula” y señaló que existían indicios de que el basurero había sido utilizado “en fuegos anteriores, al menos desde el año 2010”?

¿De verdad la versión de Murillo ha sido derribada? ¿Nos movemos en el terreno de la ciencia o seguimos atados al de la fe?

El reporte del GIEI plantea dudas serias sobre la manera en que se llevó a cabo la investigación oficial. Pero cojea. Cojea al pasar por el basurero.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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