Volvió a estallar la violencia en el futbol mexicano, ahora fue el sábado anterior en el partido Pachuca- América, en Pachuca —cuna del futbol mexicano y cuna de las barras que tanto daño han hecho a este deporte, otrora familiar— hecho que pasó un tanto desapercibido y en torno a que se abrió una investigación por parte de la Liga MX.

¿Quiénes iniciaron la trifulca ese día en los alrededores del estadio Hidalgo? ¿Y luego qué sucedió dentro del inmueble? Esa es labor del club Pachuca, de la policía hidalguense y las fuerzas de seguridad, públicas y privadas, destacadas para el evento, que tienen la obligación de esclarecer los hechos. Hay videos que muestran qué ocurrió y si las autoridades trabajan como deberían hacerlo, se debe castigar a los rijosos.

El mayor problema es que la violencia en los estadios sigue creciendo ante la complacencia de los clubes, la Liga MX y la propia Federación Mexicana de Futbol, se ha acrecentado y se manifiesta en prácticamente todos los escenarios; en realidad se ha hecho muy poco para combatirla —menos de lo necesario— y la actitud de los directivos de todas las partes involucradas, ha sido más contemplativa que ejecutiva.

Las barras están más vivas que nunca, lejos de debilitarse siguen fortaleciéndose y con el endeble argumento de que, como hay violencia en el país, entonces el futbol no puede estar ajeno a esa realidad. El resultado es que las barras están más fuertes, operan abiertamente, han creado derechos en los clubes, muchas de ellas son patrocinadas y siguen siendo cobijadas. Si no se quiere ver esta contundente realidad, jamás resolverán el problema creado por los propios clubes.

Ya sólo es un hecho anecdótico que fue el argentino Andrés Fassi, directivo del Pachuca, quien tuvo la “brillante” idea de formar la barra en su club a mediados de los años 90 “porque el público mexicano es frío para apoyar en el futbol”. Ese fue su argumento.

Ojalá algún día reconociera —como simple anécdota también— que se equivocó y que no midió las consecuencias de tal atrevimiento, sin tener derecho a cambiar la manera de sentir y vivir el futbol en otro país distinto al suyo. Como decían nuestras abuelas “los malos ejemplos cunden”, y lamentablemente, el problema ha crecido en México. En Argentina, desde aquellos tiempos —supongo que Fassi lo sabía— estos grupos ya representaban un serio problema en el balompié y socialmente.

Nuestros estadios se han olvidado de corear el “Chiquitibum”, cada vez asisten menos familias a los partidos de futbol y más “aficionados” se convierten en enemigos en las tribunas; el fenómeno de las barras está latente, vigoroso, dañino y nocivo.

Sólo les pedimos a todos los involucrados, a quienes gestaron esta irreverente iniciativa, a quienes la han copiado, establecido e impulsado en sus propios equipos, a los directivos y autoridades, a todos: hagan algo por favor —es su obligación— para terminar con este maldito cáncer, una bomba de tiempo que en cualquier momento va a explotar.

ecamarenar@tdnsports.com

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