Al continuar la gran fiesta balompédica continental, el equipo tricolor (que tiene mucho corazón) mejoró al empatar contra Chile, el pasado lunes en el estadio Nacional.

En un país sin mesura, ni para la crítica ni para el elogio, hemos escuchado decir: desde que “se hizo un excelente primer tiempo”; hasta que “se empató de chiripa”.

Lo cierto es que durante los primeros 45 minutos se jugó bien, para, en la parte complementaria, ceder la iniciativa a los andinos. Para mi gusto fue un buen resultado, ya que siempre es difícil actuar como visitante. Pero sobre todo, me gustó la actitud y la entrega mostrada por el equipo. La verdad sea dicha jugaron mejor de lo que yo esperaba.

Reconociendo las carencias, la defensa se mostró endeble y descoordinada, nos salvamos de varios goles y por qué no decirlo, hay elementos que confirmaron, una vez más, que no son material de Selección.

Si bien es cierto que a los chilenos les anularon dos tantos por supuestos e inexistentes fuera de lugar, también lo es que, el segundo gol de ellos, está precedido por fuera de juego, de lo que muy pocos (solamente los conocedores) se alcanzaron a percatar. El penal señalado en contra... ¡Inobjetable!

El arbitraje del peruano Víctor Carrillo (aunque “le echaron carrilla”) me pareció muy bueno. En las equivocaciones “lo apuñalaron sus linieros”. Y es que, en un deporte protagonizado por el error, como lo es el futbol, al único que se le exige ser infalible es al silbante y la inmensa mayoría de las veces se le juzga, a toro pasado, utilizando una herramienta que él no posee (la repetición en cámara lenta) por eso, deberíamos aprender a tomar los yerros arbitrales como parte del juego.

Mención aparte merece el acto que la afición chilena profesó durante la ceremonia protocolaria, toda vez que les entregaron previo al partido unos cartoncitos verdes, que contenían la fotografía del capitán andino Claudio Bravo, invitando al público a levantarlos desde la tribuna en señal de respeto durante la ejecución del himno del país (hermano) visitante. ¡Olé!

Facundo Cabral afirmaba que los límites geográficos de América del Sur iban desde el Río Bravo hasta La Patagonia… “Maravilla que abarca desde el aire, hasta la mano franca de un amigo; desde la buena voluntad del sol, al peso infinito del trabajo, porque esos son... los puntos cardinales de América del Sur”.

ebrizio@hotmail.com

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