A finales de este siglo el mar se tragará islas y a las costas en todos los continentes a menos de que la humanidad haga algo. El problema es que disminuir el calentamiento global no depende de la voluntad de un gobierno, sino de un acuerdo internacional para reducir la cantidad de quema de combustibles en los países más grandes.

Ayer en Nueva York se firmó un acuerdo entre 175 países que, en el marco del Día Mundial de la Tierra, establecieron un pacto para evitar que la temperatura del planeta aumente más de dos grados centígrados en lo restante del siglo. No es todavía la salvación ni mucho menos: falta, en muchos casos, que los congresos dentro de esos países ratifiquen lo firmado por sus jefes de Estado.

Sin embargo, el mérito es grande considerando que naciones como India y China han dicho desde siempre que no se les debería limitar su desarrollo poniendo reglas cuya inexistencia permitió el auge pasado de las potencias occidentales.

Ahora Estados Unidos y China se comprometieron a ratificar este año el pacto. Beijing dijo que lo hará antes de la cumbre del G-20, en septiembre. Ambos representan en conjunto alrededor de 38% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Sólo ese hecho sería un gran logro.

En cualquier caso, todo queda al final en un asunto de voluntad de los pueblos que habitan dentro de las naciones firmantes, porque no hay forma en que Naciones Unidas pueda obligar a una población a limitar su uso de carbón o de combustibles fósiles. Si bien el pacto fuerza a los firmantes a rendir cuentas sobre sus progresos, a nadie se le castigará con sanciones comerciales o de otra índole por no hacerlo. Es un pacto de buena voluntad.

El reto final no será de la burocracia de los organismos internacionales, sino de los gobiernos, medios de comunicación, empresas y sociedad civil, los cuales tienen la capacidad de influir en los millones que aún piensan que existen otras prioridades por encima de salvar a las próximas generaciones.

Con crimen organizado en América Latina, terrorismo en Europa y amenazas de guerra entre países, problemas como el cambio climático parecen pequeños para quien no está enterado de los asuntos globales. Para colmo, pensar a largo plazo es algo que los políticos hacen rara vez. De cualquier manera, hay que intentarlo.

El desafío está en convencer a las masas de que el calentamiento global se convertirá en la fuente de infortunio de millones. Habrá menos tierra para cultivar y el agua dulce escaseará en un contexto de 4 mil millones de bocas más que alimentar. Si este problema no une al mundo, la humanidad no tiene esperanza de unirse en torno a nada más.

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