Pero también los electores se pueden preocupar y puede ganar el voto conservador, nos dijo el viernes a un grupo de periodistas el presidente Peña Nieto en una larga plática en Los Pinos. En la madrugada se habían conocido los resultados del referéndum británico y algunos de los comensales propusimos que el momento antisistémico era global y el domingo se podría reeditar en las elecciones de España con una nutrida votación a favor del partido Podemos, que además iría en alianza con los duros de Izquierda Unida.

La mesa se dividió. Unos se sumaron al razonamiento del Presidente, quien, sin incurrir en altanerías, nos pedía no dar las cosas por sentadas, menos en una elección. Otros, palabras más, insistíamos que la percepción de corrupción, aunada a la desigualdad y el desencanto social, estaban arrasando a los argumentos de la eficiencia económica.

Acertó Peña Nieto. Apenas 72 horas después del “NO” británico a la Unión Europea, los españoles se movieron a la derecha. El Partido Popular ganó con 33% de los votos, el socialdemócrata PSOE tuvo 23% y Podemos y la Izquierda Unida cayeron a 21%.

Dos puntos me quedan de esa parte de la charla y de los números de las elecciones generales en España: la historia no está escrita de antemano y, en consecuencia, los antisistema no son invencibles en la segunda década del siglo XXI.

Ahora creo comprender mejor la insistencia del presidente Peña Nieto por cuidar la economía, por entregar en orden las cuentas de la casa. Me parece que es ahí donde radica su confianza en que el México sistémico (que él calcula mayoritario) derrotará en 2018 al México antisistémico.

“Cuidando los recursos, no poniéndonos a gastar lo que no tenemos”, repitió varias veces el Presidente. “Vicente Fox y Felipe Calderón caminan por las calles porque la economía no se les derrumbó. Hoy, con todos los problemas y todo lo que se diga, los fundamentos de la economía están sólidos y así los tenemos que entregar”.

Peña Nieto, sin embargo, no hace cuentas simples. Parece saber que, a estas alturas del sexenio, los optimistas suelen ser dañinos. Lo aflige no terminar ciertas obras, en especial el tren México-Toluca, “que va en tiempo, pero viene la fase de los túneles, que siempre es complicada y suele retrasar los proyectos”. Del nuevo aeropuerto confía inaugurar el cascarón del edificio central.

Lo escribí ayer, se le ve animado, de buen humor. Y consciente de sus limitaciones. “A ver, qué quieren que haga, que le ordene a las procuradurías, a los congresos, que metan a la cárcel a alguien”, retó cuando disertamos sobre la corrupción y le echamos en cara su desgano para dar un golpe ejemplar. Ahí también creo que tuvo la razón al cuestionarnos retóricamente si no queríamos vivir en sociedades abiertas, transparentes, institucionales, con un Presidente de la República con facultades acotadas, un Presidente que no inventara cargos.

El domingo en que votaron los españoles, Andrés Manuel López Obrador le pidió que, de una vez, vaya preparando un gobierno de transición con él, porque el triunfo antisistémico en México está escrito. Me hubiera encantado escuchar su respuesta.

MENOS DE 140. Si hay cambios en el gabinete, se darán en el marco del Informe Presidencial: Enrique Peña Nieto.

gomezleyvaciro@gmail.com

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