Aldous Huxley perteneció al grupo de escritores anglosajones que viajaron por México, entre 1920 y 1940, con la intención de explorar nuestro pasado mítico y resolver si su potencia ritual era capaz de resarcir el hastío metafísico que la modernidad había arrojado sobre el primer mundo. Sus impresiones constan en Más allá del Golfo de México (1934) y en Ciego en Gaza (1936).

Arribó por la costa de Oaxaca en 1933. Ya estando en Puerto Ángel, narró las dificultades del desembarco por la carencia de un muelle, invadido por el tedio del turista más que por el entusiasmo del explorador.

A lo largo de su recorrido por el sureste, presenció las prácticas agrícolas, sobre las que apuntó: El campesino puede necesitar solamente una o dos hectáreas para su milpa, pero a menudo su fuego destruye kilómetros cuadrados de selva. Acto seguido, acusó a los pobladores de bárbaros y les reprochó entregarse a la destrucción obedeciendo a un deseo indómito de quemar por quemar. Acaso lo que más llamó su atención fueron los suntuosos paisajes, sin embargo, aseguró que estos episodios de contemplación eran demasiado breves para volverse representativos de lo mexicano.

Las zonas comerciales lo decepcionaron por la falta de industria, pues veía en la rutina del trabajo manual la imposibilidad del desarrollo teórico. También denunció a los que habían escrito sobre México de tergiversar una realidad política en la que confluyen lo mestizo y lo indígena, y de contribuir al exotismo inventando un lugar donde se cumplen los deseos y donde se corrigen los intolerables males de la civilización.

Abrumado por las inclemencias de la vida rural, Huxley llegó a la capital el 15 de abril de 1933 y dio sus primeros pasos de la mano de Jorge Cuesta. Octavio Paz los recuerda contemplando los frescos de Orozco que adornan San Ildefonso, y que al británico le parecieron lúgubres.

Aunque en principio declaró que la ciudad era un sitio de innumerables cosas para ver y admirar, juzgó que la altura era desastrosa para el carácter y la consideró, en parte, causa de repentinas violencias. Bajo ese influjo, los mexicanos dedicaríamos el tiempo libre a asesinarnos mutuamente.

El 21 de abril dictó una conferencia en la Universidad, misma que tituló Limitaciones de la libertad. En ella, previno de los riesgos del socialismo, que amenazaba con disminuir sistemáticamente la individualidad y, por ende, el albedrío, pilares del liberalismo. Pese a lo controvertido de sus disquisiciones —eran los tiempos de la educación socialista—, la prensa no hizo eco de su intervención. Días después, pese a su intención de prolongar su estancia, abandonó el país por el puerto de Veracruz enterado de que su padre había enfermado de gravedad.

Cuesta fue, quizás, el receptor más entusiasta de los textos de Huxley. En un breve artículo que tituló La enseñanza platónica, describió la asombrosa capacidad analítica del novelista inglés y su visión irónica sobre el sistema educativo en México: Se creó una escuela —la Casa del Estudiante Indígena— con el fin de impartir a un grupo de indios nuestra civilización europea; pero en el momento en que se descubrió que los indios se europeizaban y no querían volver ya más al ambiente primitivo del que salieron (…) se declaró ineficaz el método y se clausuró la escuela. (…) No puede darse un caso más humorísticamente ejemplar: se cierra una escuela en el momento en que se descubre que está efectivamente educando a los alumnos; se declara inservible a una educación en cuanto se descubre que educa; se considera como una depravación a la enseñanza que abre el espíritu del que la recibe a un horizonte nuevo.

Sirvan estos breves apuntes sobre Huxley como una reflexión acerca de la ilusión de progreso que ha alimentado la demagogia electoral y las políticas gubernamentales desde los postreros años de la Revolución.

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