Hace un par de días, una mujer de la tercera edad salía de una fiesta familiar en la colonia Tierra Colorada, en Villahermosa, Tabasco. Por razones no conocidas hasta ahora, dos individuos se le acercaron y le vaciaron una pistola a quemarropa. Murió al instante.

No fue la única ejecución de la semana en Villahermosa. El 20 de abril, una mujer y su pareja fueron acribillados en un vehículo estacionado en la colonia José María Pino Suárez. Para añadirle dramatismo a la historia, los asesinos se llevaron secuestrado a uno de los hijos menores de la pareja.

Unos días antes, en el municipio de Centla, el cuerpo desmembrado de una mujer fue hallado en una maleta. Y por la misma fecha, el cadáver descuartizado de otra joven fue encontrado en una bolsa, en una ranchería cerca de Comalcalco.

En total, cuatro mujeres fueron asesinadas en Tabasco en una sola semana. Para poner el dato en perspectiva, 33 mujeres fueron víctimas de homicidio en el estado en todo 2015.

Y esa es solo la manifestación más dramática de la crisis de seguridad que se vive en esa entidad del sureste mexicano. En los primeros tres meses de 2017, 90 personas fueron asesinadas, 52% más que en el mismo periodo del año previo. A este ritmo, el año va a cerrar con el mayor número de homicidios jamás experimentado por Tabasco y con una tasa de homicidio similar a la de Veracruz.

¿Por qué tanta bala? ¿Por qué tanto plomo? Porque las actividades ilegales campean a sus anchas. El secuestro, en primer lugar. No hay casi semana sin notas en la prensa local sobre el secuestro de ganaderos o comerciantes. En el municipio de Macultepec, por ejemplo, una banda de secuestradores ha obtenido de botín más de 15 millones pesos en los dos últimos años.

Allí, además, estamos hablando solo de víctimas locales. Si se incluye a los migrantes centroamericanos, los números se disparan. Los encargados de un refugio para migrantes en Tenosique (conocido como La 72) han documentado 112 secuestros y mil 400 asaltos, además de 59 actos de abuso sexual, contra centroamericanos en dos años. Y eso, probablemente, no es más que la punta del iceberg.

Tabasco, estado de vocación petrolera al fin y al cabo, está también asolado por bandas de ladrones de combustible: el asunto es particularmente serio en la Chontalpa, en los municipios de Cárdenas y Huimanguillo. Allí no se detiene nunca la ordeña a ductos de Pemex, dominada por un personaje conocido como Sergio Meza Flores, El Soruyo, capturado en 2015 y liberado el mismo año.

Detrás de mucha de esta actividad delictiva está un individuo de linaje zeta, llamado José María Guízar Valencia, alias El Charly o El Z-43. Entre otras cosas, ese personaje, de nacionalidad estadounidense, sería responsable del homicidio de tres policías municipales de Las Choapas, Veracruz, cometido en Huimanguillo, Tabasco, en enero pasado.

Frente a ese panorama, ¿qué hacen las autoridades de Tabasco? Primero, tratar de controlar a sus propias fuerzas. El lunes, mil elementos de la policía estatal se lanzaron a la protesta para obtener mejores sueldos y condiciones laborales. Al llegar a negociar, el secretario de Seguridad Pública del estado, Jorge Aguirre Carbajal, fue retenido por los manifestantes (y así se quedó por varias horas). Por su parte, el gobernador Arturo Nuñez pide y pide dinero a la Federación para seguridad, pero no le dan y no le dan. Y no pasa nada y no se arregla nada.

En resumen, el Edén tabasqueño está incendiado y no parece haber bomberos a la vista.

alejandrohope@outlook.com.

@ahope71

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