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Texto: Magalli Delgadillo
Fotografías actuales: Archivo EL UNIVERSAL
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Con la fuga de algunos reos de la Cárcel de Belén, en 1913 durante la Decena Trágica, se inició una ola de criminalidad en la Ciudad de México. Dos años más tarde, algunos de ellos conformaron la famosa Banda del Automóvil Gris. Esta organización criminal vinculada con las autoridades de la época se consolidó hasta 1915, cuando realizaron su primer asalto.
Esta casa editorial dio amplia cobertura a estos sucesos. En 1919, cuando la banda estaba prácticamente desarticulada, realizó una serie de publicaciones de las investigaciones ofreciendo información detallada que en algunos casos los reporteros llegaban a recrear a través de fotografías, como es el caso de nuestra foto de portada comparativa.
En una de las portadas del diario del 13 de enero de 1919 se anunciaba: “EL UNIVERSAL es el único periódico que está publicando ‘El archivo del Automóvil Gris’ con documentación proporcionada por el Preboste (dirigente, cabeza) del Cuartel General del Cuerpo de Ejército de Oriente”.
Sin embargo, 1915 fue el año de su debut y también despedida en los actos vandálicos, pues los zapatistas capturaron a “la cabeza” del grupo, Higinio Granada, y a otros integrantes. Para diciembre de ese mismo año, 16 fueron arrestados. El fin para algunos fue más cruel: seis fueron ejecutados días después de su captura; a Rafael Mercadante (quien fue encontrado muerto en la enfermería de la cárcel por envenenamiento en 1918) y a Higinio Granada les habían perdonado la vida a cambio de información sobre los botines.
En 1919, Francisco Oviedo también falleció bajo circunstancias poco claras. En 1920, Higinio Granada fue liberado de prisión y “trabajó como empleado en tribunales penales y vendedor de bienes raíces”, de acuerdo con el libro Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México 1900-1931 de Pablo Piccato.
Sin más detalles, aquí comenzamos con el relato de este conjunto de bandoleros, quienes iniciaron con sucesos criminales más planificados en la Ciudad de México en la primera década del siglo pasado.
El inicio de la banda
En los días de la Decena Trágica, cuando los generales Díaz y Mondragón tomaron control de la Ciudadela, uno de los cañones abrió fuego contra las paredes de la cárcel de Belén, al lado del actual Metro Balderas, luego de lo cual escaparon algunos reos. Así fue como algunos de estos bandoleros que conformarían años después la Banda del Automóvil Gris, lograron huir el 9 de febrero de 1913, aunque iniciaron sus robos en 1915 ya conformada la banda.
Este grupo de prófugos tuvieron cuidado de no dejar rastro. Su objetivo era salir de la cárcel sin antecedentes penales. Fue entonces que irrumpieron en el anexo de la Cárcel General (o Cárcel de Belén) para destruir los expedientes, donde se guardaba su historial criminal, pero cometieron un error: no destruyeron el libro de entrada. Ahí, se encontraba el nombre de cada recluso, la fecha de entrada, salidas y sentencia.
¿Cuáles eran los nombres de los prófugos que después llenaron de miedo las calles de la Ciudad de México? Al principio eran, por lo menos, 10: Ramón Beltrán; Santiago Risco; “El gurrumino”; Mariano Sansí; Manuel Palomar; Amado Bustínzar, “El Pifas”; Antonio Vila; Rubio Navarrete; Bernabé Hernández, “El Chato Bernabé”; Rafael Mercadante; José Refugio Hernández Teixeiro; Francisco Oviedo y por supuesto, el dirigente Higinio Granada.
En 1897, el periódico El Imparcial publicó una nota con el título “La evolución del robo”. Pocos años después, apareció esta banda, pues “las viejas raterías parecían torpes y retrógradas comparadas con las prácticas de los estafadores contemporáneos”. Los delincuentes parecían tomar la modernización muy en serio. La delincuencia en la Ciudad de México había tenido un cambio.
“(…) La Banda del Automóvil Gris representa otro rasgo de la delincuencia moderna: el uso de automóviles. Los autores otorgaban a los criminales una apariencia ‘moderna’ y ‘peligrosa’. En la operación de la banda, el uso de los automóviles les daba una ventaja sobre los policías de a pie y revelaba la gran inmersión relacionada con la delincuencia moderna”, como se menciona en la investigación del autor Pablo Piccato, Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México 1900-1931.
De acuerdo con Claudio Valdés Kuri, director del Teatro de Ciertos Habitantes y de la adaptación actoral sobre esta agrupación delincuencial: “En esa época, en la Ciudad de México no había muchos automóviles. Seguramente fue la única banda que asaltaba en un automóvil. Sabían muy bien quién lo tenía”, pero seguían actuando gracias a la complicidad con autoridades de la época.
¿Después de que se dio a conocer cómo operaba esta organización criminal surgieron otros con un operativo similar? “No exactamente- contesta Claudio Valdés- pero es común que la gente se vista de algo que no es, por ejemplo, como personal de Teléfonos de México (Telmex), padrón electoral, según el caso. En esta ocasión, ellos se vestían de militares y así entraban a las casas. Es un tipo de asalto que hasta la fecha sigue vigente”.
La urbe sufrió invasión de prófugos, atracos, crímenes por parte de esta organización delictiva — a la cual se le asignan cerca de 200 asaltos—. Los ciudadanos vivieron un tiempo con el temor de ser víctimas de los “nuevos dueños de las calles”, pero nadie imaginaba que el terror iba a desplazarse en un auto color plomo.
Todo empezó en un bar
Después de la fuga de la cárcel de Belén, varios se dispersaron en distintas colonias con altos índices de violencia en aquella época: la Bolsa, Santa Julia, Las Trancas de Guerrero, San Bartolomé de las Casas, La Candelaria de los Patos, entre algunas otras.
Tiempo después, “los amigos” se volvieron a reencontrar para planear un negocio que Higinio Granada traía entre manos, pero que no lograría realizar sin la ayuda de sus excompañeros de celda. El punto de reunión sería un bar en la colonia de la Bolsa: “El grano de arena”. Ahí, todos juraron fidelidad.
Su cuartel era un bar de mal aspecto, pero perfecto para planear sus fechorías. A pocos metros de la barra, se encontraba una bodega con piso de tierra y una ventanilla que dejaba oler los fétidos aromas de un retrete instalado en una habitación contigua.
En ese lugar inhumano la banda retuvo a una de sus más preciadas víctimas: Alicia Thomas, una señorita adinerada de origen francés e hija de un hombre de negocios. En ese cuarto de horribles olores, la amagaron, secuestraron y fue donde Higinio Granada abusó de ella. Después de una elevada suma: 100 mil en oro. Tres días después, el señor Thomas, entregó el rescate en el Bosque de Chapultepec y le entregaron a su hija, de acuerdo con Carlos Isla.
El primer atraco y su modus operandi
La organización criminal había acordado la fecha y hora de, lo que se cree, fue su primer atraco en la ciudad: el 7 de abril a las 7:00 a.m. de 1915. Las víctimas fueron dos hombres: Luis Toranzo y Enrique Pérez. Ellos vivían solos en el número 11 de la primera calle de la colonia Colón en el Distrito Federal.
Los individuos previamente estudiaron a los agraviados y la zona. El modo de operar fue el mismo: escogían la casa; a veces, alguno de los integrantes se relacionaba con algunos sirvientes del lugar —quienes proporcionaban los datos necesarios—; Higinio Granada Fernández, el jefe de los hombres de malas costumbres, consiguió uniformes de los zapatistas y órdenes de cateo firmadas por comandantes de alto rango como Amador Salazar y el general carrancista Francisco de P. Mariel; también alquilaban un automóvil: un Lacia (o Fiat) color gris, con cuatro puertas y que de acuerdo con el libro La Banda del Automóvil Gris de Carlos Isla, era rentado al señor Salvador Anaya.
A Luis Toranzo y Enrique Pérez los sorprendieron de la misma manera. El día de aquel asalto algunos cuidaron las puertas y otros se introdujeron en las viviendas con el pretexto de tener una orden de cateo (casi siempre por sospechas de “esconder arsenal para ayudar a los carrancistas”); revisaron la casa hasta hallar objetos de valor: “siete mil pesos en billetes de banco, mil 200 pesos en efectivo y un lote de joyas con un valor de 10 mil pesos”, de acuerdo con información publicada en EL UNIVERSAL en una de sus planas donde se publicó un resumen del caso. Luego amagaron a las víctimas y en el momento, cuando se disponían a huir…
Pérez, a petición de Toranzo, “acompañó” a los hombres (asaltantes) a la Inspección General de Policía, “donde harían el depósito de objetos que seguro le serían devueltos al no comprobarse la existencia del arsenal”, de acuerdo con información de esta casa editorial y Carlos Isla, autor de libro La Banda del Automóvil Gris.
Todo era una trampa, pues al subir a ese carro de triste aspecto se dio cuenta que el rumbo a la mencionada dependencia no era el correcto. Por lo cual, Granada le clavó una pistola entre las costillas para acallar cualquier intento de defensa.
Antes de llegar a unos llanos, el coche se paró y la víctima fue bajada a golpes con las manos y pies atados. El hombre quedó inconsciente. Horas después, fue encontrado tirado por unos arrieros en la calzada de San Juanico. En la noche, se dirigió con las autoridades zapatistas las cuales y les prometieron justicia, se lee en dicha publicación.
¿Qué pasaba con las joyas?
A Higinio le compraba las joyas robadas el judío Selim Halifat. Este hombre tenía un establecimiento, donde ofrecía, además de productos de importación, ventas de boletos y otros objetos de valor. En este negocio mezclaba los artículos robados con los legales.
Las personas se percataron de eso e iban a reclamar sus objetos. A los primeros, él los atendió y regresó algunas cosas. Al atender más y más personas con el mismo problema, un día, decidió desaparecer. Nadie supo más de él ni de su negocio.
Higinio no sabía a quién venderle sus botines, pero lo buscó y encontró. Su antiguo socio se había cambiado a Laredo, Texas, y gracias a que contactó a su ex empleado, Jacobo Levy, pudo realizar sus negocios.
Eso era grandioso para Granada, pues ya no correría riesgo en la venta de los objetos clandestinos, pues la venta sería en la frontera. Nadie sospecharía su procedencia.
Cuando los cacharon
El investigador, Antonio Villareal (o Villavicencio) empezó a tomar notas del asunto en 1915, poco después de los primeros atracos. Uno de las primeras víctimas, Enrique Pérez, estaba enojado por tener siempre la misma respuesta: el clásico “estamos investigando”, “después”.
Villavicencio ya no era investigador de criminales, había cambiado de trabajo, pues se dedicaba a importar vino y licores. Sin embargo, ante la insistencia de Enrique Pérez de brindarle asesoramiento, el ex detective aceptó con la condición de evitar su identificación.
Villavicencio comenzó con toda la investigación: preguntó a conocidos que tenía en el hampa (bandas o grupos de maleantes). Sin embargo, en su trayectoria no había observado crímenes con las características de los hombres del automóvil gris. Poco a poco, fue encontrando pistas y dedujo algunos datos que le permitieron saber que el principal de la banda era Higinio Granada.
Un hombre que frecuentaba la colonia de la Bolsa le dio una pista que ayudó a la captura del jefe Granada: el criminal visitaba a su amante, Isabel León, en la calle Cocheras (cruce con Santo Domingo. Así fue como lo encontró y encerró en la Cárcel General.
Sin embargo, días más tarde volvió a estar fuera, gracias a otro bombardeo y se refugió en uno de sus tantos escondites. Cuando Higinio pudo salir de su guarida fue directamente a su antiguo cartel “El grano de arena”. Ahí recibió noticias: Francisco Oviedo era el jefe de la Policía Reservada, además, era hermano de Ricardo Oviedo, quien era uno de los escoltas de Álvaro Obregón. Tenían infiltrados en el grupo de la policía. Fueron detallando sus maneras de planear, sacaron a algunos e integraron a otras personas.
Las autoridades continuaban con las investigaciones sin ningún resultado. Los burlaban. Así, comenzaron a caer los integrantes. De acuerdo con el texto Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México 1900-1931, los zapatistas arrestaron a Higinio Granda y a otros integrantes; sin embargo, fueron liberados en la transición entre zapatistas y constitucionalistas. En septiembre de 1915, los constitucionalistas capturaron a Granda, Rafael Mercadante, a quienes pusieron bajo la responsabilidad de un juez militar.
Como se había comentado, estos asaltantes estaban vinculados con las autoridades o personajes influyentes, por ello, las investigaciones fueron obstruidas y no se castigaron a tiempo los crímenes.
En diciembre de 1915, 16 miembros de la banda fueron puestos a disposición de las autoridades y un tribunal militar ordenó la ejecución de seis de ellos.
Rafael Mercadante e Higinio Granda fueron de los afortunados, pues se les perdonó la vida con una condición: confesar la localización de los botines y los nombres de cómplices. Pero el primero murió envenenado en 1918 en su celda de la crujía E de Lecumberri, de acuerdo con una publicación de EL UNIVERSAL del 14 de enero de 1919.
Por su parte, Francisco Oviedo, después de declarar que iba a hacer revelaciones falleció en circunstancias poco claras. “Granda, en cambio, fue liberado de prisión en 1920 con el apoyo de González, y trabajó como empleado en tribunales penales y como vendedor de bienes raíces”, según Pablo Piccato.
La cinta La Banda del Automóvil Gris (1919), dirigida por Enrique Rosas, fue de las primeras en tocar el tema de la delincuencia en la Ciudad de México. La obra original estaba constituida por 12 episodios, los cuales constituían seis horas, e incluyó la grabación de un fusilamiento real —el 24 de diciembre de 1915—. La cinta original fue cortada, debido a la censura de algunas escenas.
En 1933, el filme fue reducido a 111 minutos y el año pasado se convirtió en la primera película muda reparada por el Laboratorio de Restauración Digital de la Cineteca Nacional.
El 18 de enero de 1919, EL UNIVERSAL tenía en uno de sus titulares: “El ‘Automóvil Gris’, encontrado por EL UNIVERSAL ha sido identificado”, donde se detallaba que el hallazgo de este auto fue en un garaje en la calle Ramón Guzmán.
Ahí quedó el “símbolo” de asaltos, robos. Sí, en una cochera habían quedado abandonados los vestigios de este móvil de hampas: con un motor ruidoso, sus piezas maltratadas… Tiempo después este mismo coche transportó al general Carlos García, diputado del Congreso de la Unión, quien lo usó y rechazó que hubiera pertenecido a la famosa banda:
“No creo que el automóvil al que ustedes se refieren en su información de hoy, haya servido a la famosa banda por sus pésimas condiciones (…)”.
En 2002 el caso se llevó al teatro con una obra dirigida por Claudio Valdés Kuri. Esta representación estaba “basada en una técnica llamada benshi, es decir, que existe un narrador que va relatando y haciendo las voces de todos los personajes (puede cantar) que aparecen en pantalla”, explica Claudio Valdés Kuri. Para esta puesta en escena participaron dos actrices (una francesa y otra japonesa) y un pianista mexicano.
El año pasado se realizó una presentación de la cinta más completa, pues se había cortado. El material se exhibió al público con una duración de poco más de tres horas. En ella se dio a conocer material inédito, comenta Claudio Valdés.
Fotos Antiguas: Archivo Casasola y de escenas de la película del mismo nombre de 1919.
Fuentes: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL. Libro: La Banda del Automóvil Gris de Carlos Isla, 1983. Página de la Cineteca Nacional. Información de Claudio Valdés Kuri, director del Teatro de Ciertos Habitantes y la obra con el mismo nombre de la agrupación delictiva. Libro Ciudad de sospechosos. Crimen en la Ciudad de México 1900-1931 de Pablo Piccato.