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Con más de 100 años de historia, el Palacio de Comunicaciones “es una obra de arte que resguarda una gran cantidad de obras de arte”, dice emocionado a EL UNIVERSAL Arturo Pérez Cerón, guía del Museo Nacional de Arte (Munal), quien durante 17 años ha servido de acompañante a las diversas personas que visitan el Munal.

Luego de una pausa agrega que una de las grandezas del recinto es “que abre la puerta a todos, desde las personas de a pie, hasta los grandes intelectuales y artistas, y a todos deja llenos”.

Formado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Pérez Cerón recuerda a algunos de los visitantes del museo, entre los que se cuenta el príncipe Carlos de Inglaterra y el Dalai Lama, además de personalidades de la política y la farándula. Sin embargo, rememora con mucho cariño a Carlos Monsiváis “un gran visitante” del Munal, pues, dice, era un apasionado del grabado del siglo XIX, del taller de gráfica popular, del gran “grabador mexicano” Leopoldo Méndez y del propio José Guadalupe Posadas.

Son muchas las historias y es que antes de la construcción del Palacio de Comunicaciones en el siglo XX, Héctor de Mauleón –en su libro La ciudad que nos inventa– nos cuenta cómo en 1867 un segundo embalsamamiento al cuerpo del emperador Maximiliano de Habsburgo tuvo lugar en una pequeña iglesia del hospital de San Andrés, en el mismo terreno donde hoy se alza el Museo Nacional de Arte, para ser exactos en la calle de Xicoténcatl.

De Mauleón incluso cita al cronista de la época José María Marroquí, quien narra que los doctores “a fin de que los líquidos que aún contenía el cuerpo escurriesen bien, determinaron suspenderlo (colgado), ‘y así lo tuvieron por unos días’”.


Placa que indica que ahí estuvo la iglesia de San Andrés, donde fue embalsamado el cuerpo de Maximiliano

Arturo Pérez Cerón es sincero y dice no haber vivido algún hecho sobrenatural en las instalaciones del Munal, aunque reconoce “que hay compañeros que sí hablan de esas cuestiones, pues dicen haber escuchado ruidos”, incluso “haber visto ciertos elementos rondado el museo”. Inmediatamente, el guía recuerda los hechos que se dieron en el terreno hace casi 150 años. Lo que es cierto, dice, es que “don Maximiliano todavía sigue rondando estos lugares".


Perspectiva de un costado del Munal, desde la calle Donceles, donde está la estatua de Manuel Lerdo de Tejada

Sobre los cimientos de lo que alguna vez fue el hospital de San Andrés, en el corazón del centro histórico de la Ciudad de México, se construyó el Palacio de Comunicaciones, destinado a recibir a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas del antiguo régimen porfirista.

Inaugurando en 1912, este símbolo del progreso de una era pasada albergó a dicha secretaría hasta 1954, desde entonces y hasta 1982, el palacio fue anfitrión del Archivo General de la Nación y oficinas de la Secretaría de Gobernación.

El constructor encargado del proyecto fue el arquitecto de origen italiano Silvio Contri, quien alternó la técnica de estructuras metálicas que simbolizaban el progreso de una sociedad en vías de industrialización, con los biselados, la piedra tallada y las herrerías fundidas, que involucraban formas y estilos del pasado. Gracias a esta técnica de construcción, en contraste con otros edificios monumentales, éste inmueble no sufre de hundimientos.

Durante años el futuro de la antigua sede de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas pareció incierto, pero en 1982, después de haber alojado al Archivo General de la Nación por casi una década, el Palacio de Comunicaciones fue entregado a la Secretaría de Educación Pública (SEP) para que se instalara un Museo Nacional de Pintura. Ese mismo año, el Museo Nacional de Arte fue inaugurado.

Sin embargo, con el proyecto museográfico Munal 2000 reabrió sus puertas al público después de un intenso proceso de remodelación y de actualización tecnológica y museológica, a la manera de las grandes galerías del mundo.

El correr del tiempo va tejiendo puntos de coincidencia y hoy al hablar del Munal no se puede dejar de mencionar la estatua de El Caballito de Manuel Tolsá que se encuentra en la Plaza Tolsá frente a este museo. Esta estatua de Carlos IV ha sido monumento nómada que a lo largo de casi 200 años de historia ha cabalgado en diversos puntos de la Ciudad de México.

En cierto momento, la efigie sirvió para enmarcar la urbanización de la capital en la glorieta de las avenidas Reforma y Juárez, o “Glorieta del Caballito”, sitio desde donde observó a EL UNIVERSAL hasta 1979,cuando realizó su más reciente trote hacia la Plaza Tolsá, donde actualmente descansa cubierto por las reparaciones incorrectas que se le hicieron.


En 1852 el entonces alcalde de la Ciudad de México, Miguel Lerdo de Tejada, trasladó el monumento al naciente paseo de la Reforma donde, hasta 1979, custodió las actuales Bucareli y Avenida Juárez

En la actualidad, observamos la estatua de “El Caballito” cubierta por una manta negra; lienzo que lo ha tapado por casi tres años. Pero, ¿qué le pasó? En septiembre de 2013 un grupo de restauradores e historiadores denunció en redes sociales los daños que una empresa, supuestamente dedicada a la restauración, había ocasionado a esta obra fundida a fines del siglo XVIII por el uso de agentes corrosivos, y que afectó al menos el 50 por ciento de su superficie.

En seguimiento a la denuncia, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ordenó la suspensión y notificó al Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México, ente responsable del resguardo del monumento.

Desde la suspensión de los trabajos de restauración en 2013 y hasta enero de 2015, El Caballito ha pasado por varias etapas de diagnósticos, las cuales han incluido el levantamiento de análisis fotográfico, escaneo en tercera dimensión, fluorescencia de rayos x del metal y piedra in situ, ultrasonido del metal, ensayos de colorimetría, entre otros.

En enero de 2015, el director del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México, anunció que el proyecto de restauración se había remitido al INAH para su aprobación. El 22 de mayo de ese año EL UNIVERSAL reveló la descoordinación luego de realizar una consulta simultánea a las dos entidades responsables de la custodia de El Caballito.

En octubre del año pasado, el Gobierno capitalino y el Instituto Nacional de Antropología e Historia firmaron un acuerdo para concretar los trabajos de restauración de la estatua ecuestre de Carlos IV, aunque no dieron fecha de entrega de un Caballito que sigue tapado.


En 2013 la empresa “Marina, restauración de monumentos” inició los trabajos de restauración del monumento que causó daños en más del 50 por ciento de éste, por el uso de materiales corrosivos. Foto Archivo/EL UNIVERSAL   

Fotos antiguas: Archivo fotográfico/EL UNIVERSAL.

La imagen principal es una litografía de la Plaza Tolsá de Casimiro Castro y G. Rodríguez, entre 1855 y 1856. El edificio que se ve del lado izquierdo es el Palacio de Minería.


Fuentes: Museo Nacional de Arte, Arturo Pérez Cerón, guía del museo y Archivo de EL UNIVERSAL.

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