Conforme más delincuentes son detenidos o neutralizados, la fragmentación de sus bandas criminales crece, sin control. De las antiguas estructuras delictivas que se ubicaban en grandes ciudades o estados de la República para desde allí controlar rutas con destino al mercado estadounidense, hoy tenemos decenas de pequeñas bandas que se disputan con una crueldad infinita, pequeños municipios e incluso, alejadas poblaciones. En este proceso de fragmentación, el deterioro de la paz social es constante.

Sin duda que ubicar, detener (cuando es el caso), procesar y sentenciar a los principales jefes delictivos ha sido un notable logro de las autoridades federales. A la ciudadanía nos debe quedar muy claro, que optar por un estilo de vida como delincuente, nunca tendrá final feliz. Sea la cárcel o la muerte, la conclusión es que el largo brazo de la ley o las balas de los enemigos, impedirán para siempre tener una vida apacible. Y este es uno de los aspectos de la ya muy prolongada confrontación contra el crimen organizado, en lo que se puede denominar como una pedagogía contra las actividades criminales.

Distinguir entre la detención y neutralización de los líderes criminales y la reducción de los índices de violencia delictiva, así como la disminución en los porcentajes del consumo de drogas, resulta indispensable para explicarnos por qué no se ha avanzado en la recuperación de las condiciones para la plena vigencia del Estado de derecho. Sin excepción, a la caída de los jefes criminales, la feroz y despiadada pelea por ocupar sus lugares, sea por sicarios u otros perfiles, trae como consecuencia directa una notable ampliación del radio y variedad de crímenes sobre una sociedad, que al menos respecto de las autoridades locales, no tiene a quién recurrir.

Y éste es otro de los muy graves fenómenos que ha evidenciado la política de los blancos prioritarios: la verdadera debilidad estructural de las corporaciones policiacas y autoridades municipales/estatales. Con frecuencia leemos que detrás de un crimen de alto impacto, policías municipales, sobre todo, en el activo o retirados, son cómplices, ejecutores o víctimas de las disputas por el control de poblaciones. Es decir, que el indudable éxito de la detención o neutralización de los llamados blancos prioritarios, no ha venido acompañada de los trabajos de análisis e inteligencia para contener, desmantelar o reducir las capacidades de fragmentación, recomposición y fragmentación de las propias estructuras delictivas que se sostienen de forma directa en las personalidades y estilos de los jefes.

Sabemos que a lo largo de la historia del crimen en el mundo, las bandas delictivas funcionan dependiendo de forma unívoca de sus jefes. Ésta obviedad parece no haber sido considerada para contener el deterioro en la calidad de la convivencia en nuestra sociedad derivado, como ya se apuntó, de la detención y/o neutralización de la larga lista de blancos prioritarios. De allí que un renovado y efectivo enfoque sería el actuar de forma simultánea para desmantelar también los círculos más cercanos a esos jefes criminales, para que al menos a las organizaciones les tome más tiempo y más dificultades volver a actuar en contra de la sociedad.

Persistir en la ruta adoptada hasta ahora por las autoridades federales, desde luego que tendrá éxito en cuanto a cumplir con los objetivos de la lista de los criminales más buscados, pero está demostrado que ello no implicará en forma alguna un descenso en los índices de violencia ni en los porcentajes en el consumo de drogas.

javierolivaposada@gmail.com

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