Texto: Andrea Ahedo

Imagínalo así: en 30 años la población en el mundo incrementará a 9 mil millones de personas. Pero no sólo eso, también los efectos del cambio climático: habrá menos tierras donde se puede sembrar y cosechar alimentos. Y ni hablemos del agua potable.

Ante esta realidad inevitable, la Organización de las Nacionales Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hizo un informe en 2013 donde recomienda a la población el comer insectos, volverse entomófagos, o sea, consumidores de bichos.

Esto no es nuevo. Ya en el Códice Florentino Fray Bernardino de Sahagún narraba que en la cultura prehispánica se acostumbraba comer hasta 96 especies de insectos (hay existen al menos 504), entre ellos chinches, escarabajos, hormigas, abejas, jumiles, entre otros.

La FAO pensó en los insectos como alimento para los seres humanos por las ventajas en tres sectores: salud, medio ambiente y factores económicos. Para empezar, los insectos son saludables y nutritivos. “Son ricos en proteínas y tiene grandes cantidades de calcio, hierro y zinc. Respecto al medio ambiente, para “criarlos”, dice el informe. Además, no es necesario una tierra extensa ni los recursos (maquinaria, dinero, agua) para mantenerla en buen estado. Un grillo, por ejemplo, come 12 veces menos que el ganado.

Una de las propuestas de la FAO para que la población que rechaza a los insectos en su dieta, los vea con buenos ojos es que se creen recetas y menús en los restaurantes donde se incorporen. ¿Es buena idea, no?

Fuentes:

https://www.profeco.gob.mx/revista/publicaciones/adelantos_03/insec_comes_sep03.pdf

http://www.fao.org/docrep/018/i3253e/i3253e.pdf

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