Guerrero es el hombre enfermo de México. Su tasa de homicidios es tres veces mayor que el promedio nacional. Las desapariciones forzadas e involuntarias abundan. No hay casi semana sin el descubrimiento de fosas comunes. Es además el centro de la producción nacional de heroína. Las bandas criminales emergentes del estado son excepcionalmente violentas. Como cereza del pastel, es uno de los pocos estados con un movimiento guerrillero activo. Un desastre por donde se le mire.

Y las cosas no están mejorando: en los primeros 10 meses de 2015, los homicidios han aumentado 30% en comparación con el mismo periodo del año pasado.

Todo eso lo saben las autoridades federales y el nuevo gobernador, Héctor Astudillo. Por ese motivo, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anunció hace pocas semanas una nueva estrategia de seguridad para el estado, con dos componentes centrales: a) el despliegue de más tropas federales, y b) asistencia económica adicional (incluyendo importantes obras de infraestructura). La pregunta es si eso alcanzará para darle la vuelta a Guerrero. Mi opinión: no en el corto plazo, por cuatro razones:

1. Las intervenciones federales en Guerrero han sido poco eficaces. Desde 2007 ha habido no menos de cinco anuncios similares al de hace algunas semanas. Hace menos de un año, a raíz de la masacre de Iguala, el presidente Enrique Peña Nieto ordenó una operación masiva en la región de Tierra Caliente del estado. Durante el último año y medio, la Policía Federal ha estado totalmente a cargo de la seguridad pública en Acapulco. Y, sin embargo, Guerrero está teniendo uno de sus años más sangrientos de los últimos 10 años.

2. El estado de las instituciones de seguridad y justicia penal en Guerrero es lamentable. Como es bien sabido, las policías municipales de Iguala y Cocula fueron participantes directos en el secuestro de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. La policía estatal no es mucho mejor: cualquiera que sea la métrica de comparación con otras policías estatales, se ubica en la parte baja de la tabla. Asimismo, la implementación del nuevo sistema de justicia penal ha sido lenta y las prisiones estatales son una catástrofe permanente.

3. Las condiciones sociales y económicas del estado son terribles. Casi dos terceras partes de su población está por debajo del umbral de la pobreza (y una cuarta parte subsiste en condiciones de pobreza extrema). Los sectores económicos modernos son pequeños y están concentrados en su mayoría en Acapulco y Zihuatanejo. Eso básicamente elimina la posibilidad de un esfuerzo de pacificación conducido por el sector privado, a la manera de Ciudad Juárez y Nuevo León.

4. Hay una epidemia de consumo de heroína en Estados Unidos. Por ese motivo, el tráfico de esa sustancia se ha vuelto extremadamente lucrativo, alimentando un violento conflicto por el control de las zonas de producción y las rutas de tráfico entre varias bandas rivales.

En medio del desastre, hay algunos motivos para la esperanza. Guerrero ha vivido un vacío de poder desde la masacre de Ayotzinapa hace más de un año. La llegada de un nuevo gobernador podría empezar a resolver ese componente político de la crisis. Además, dado el desastre institucional, hay muchas áreas de oportunidad. Con algo de esfuerzo y recursos, la policía estatal podría mejorar un poco en un plazo relativamente corto. Del mismo modo, las prisiones son también un objetivo potencial de mejora. Y algunos proyectos de infraestructura bien pensados podrían tener efectos positivos en algunas regiones.

Pero, si bien no todo está perdido, hay que ser realistas: no hay soluciones rápidas ni sencillas para Guerrero.

Analista de seguridad. @ahope71

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses