La transparencia no es un fin en sí misma, es pieza clave de una evolución social hacia una cultura en la que el acceso a la información ocupe un lugar tan destacado como la libertad de expresión o el derecho al voto. Por ello, celebrar su existencia como si se tratara de un remedio universal a los males que acaecen en nuestra democracia es, cuando menos, adelantar vísperas; más aún cuando existen condiciones que causan su contrapunto todos los días: el timo, la corrupción, la ilegalidad, la falta de acceso a la información o el mal uso de los datos personales.

Del mismo modo, echar campanas al vuelo hablando de transparencia niega el déficit en otros aspectos medulares de esta importantísima transformación cultural, a la vez que limita su sentido. Particularmente, me refiero a que además de castigar a los corruptos —acción indudablemente meritoria—, la cultura de la transparencia debe entenderse como parte de una reinterpretación de nuestra realidad y de nuestro papel como ciudadanos en nuestra actuación diaria.

En ese mismo sentido conviene entender que la transparencia tampoco se agota en la armonización de las leyes, ya que toda ley es perfectible. Es cierto, las leyes nos permitirán partir de una buena base, la mejor de las posibles según esperamos; no obstante, es de esperar que en la medida en que la sociedad misma participe de la cultura de la transparencia, se demandarán los cambios y ajustes necesarios al Legislativo para que éste se encargue de que contemos con leyes aún mejores y más útiles para nuestra democracia.

De igual manera, para que exista una cultura de la transparencia ésta debe permear a todos los actores de nuestra sociedad; así, las iniciativas de la sociedad civil deben aspirar a exigir a los gobernantes cambios profundos, no sólo ser transparentes; de igual forma, la academia debe asegurar el estudio y aplicación de las formas para llevar las herramientas y fines de la cultura de la transparencia a su máximo potencial; y finalmente, el Inai debe hacer su parte formando y capacitando a la sociedad en el conocimiento y ejercicio de sus derechos de acceso a la información y la protección de datos personales. Sobre todo considerando que, los derechos que no se ejercen son derechos perdidos.

En consonancia con todo lo anterior, los compromisos en materia de transparencia, acceso a la información y protección de datos personales durante los últimos años se han expandido verticalmente, al considerar ahora a los 3 niveles de gobierno; y transversalmente, a través de la homologación de leyes, la capacitación de los nuevos sujetos obligados, la difusión de las herramientas institucionales a disposición de la población y el desarrollo de nuevas capacidades de fiscalización y participación de la sociedad civil a través de iniciativas de Gobierno Abierto.

Por ello, celebro la firma del acuerdo del pasado 6 de noviembre entre el Sistema Nacional de Transparencia y la Conferencia Nacional de Gobernadores. Especialmente porque con su puesta en marcha, sumaremos a la Conago como un aliado estratégico del SNT y el Inai que sirva como conducto a nivel subnacional para promover e instalar la cultura de la transparencia en todos y cada uno de los municipios del país y en sus ciudadanos; quienes a su vez deberán exigir a las autoridades municipales, y éstas a los gobiernos estatales, las medidas necesarias para afianzar la cultura de la transparencia en sus comunidades, impulsando así la formación de un círculo virtuoso por el que sí valdrá la pena echar las campanas al vuelo, antes no.

Comisionada Presidente del Inai.
@XimenaPuente

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