Donald Trump se enfila hacia el fracaso. La inepta y conflictiva dirección de un gobernante que de gobierno no sabe nada —ni de cualquier otra cosa—; sus insultos, racismo, xenofobia, superficialidades, mentiras y demagogia; los conflictos de interés, la antipatriótica relación con los rusos, los muchos enemigos, etcétera, en menos de dos meses han desatado el caos. La reciente y tersa comparecencia en el Congreso no anunció cambios, rectificaciones o flexibilidad: fue un mero circo mediático cargado de la misma demagogia y de patriotería barata para atenuar su baja aprobación, acercarse a los republicanos y reiterar a su minúscula base electoral (25.5% de los votantes) que el personaje y su simplona narrativa de campaña siguen vigentes. Trump no puede ni quiere cambiar porque la “botarga” inflada con populista aire electorero se vendría abajo. En este mundo de reality shows, de huecas imágenes digitales y de redes sociales, las Kardashian desaparecerían del escenario si renunciaran a sus escándalos, frivolidades, excesos y estupideces cotidianas… ello también ocurriría al “fenómeno Trump.”

Las circunstancias de EU, aunadas al narcisismo de Trump, favorecieron impulsar un experimento que ya fracasó. El artífice del refrito es el “gran manipulador supremacista” o acting president del agent orange, Steve Bannon, fanático admirador del gobierno de Ronald Reagan que los republicanos consideran “exitoso”, pero que fue bastante fallido. Reagan lideró un movimiento chauvinista-populista de extrema derecha para frenar la decadencia de la nación (¿?),convertirla de nuevo en la number one (ahora es America first), restaurar los valores tradicionales (obviamente de los blancos), disminuir los impuestos (a los ricos), el gasto público y las regulaciones; “recuperar el control de las fronteras”, frenar la “desleal competencia comercial externa”, derrotar a enemigos (reales o imaginarios) como el “Imperio (soviético) del Mal”, aumentar el presupuesto de defensa, etcétera, etcétera. En síntesis: fue un estridente, agresivo y demagógico movimiento nativista, aislacionista, unilateralista y proteccionista que Trump está copiando porque le dio gran popularidad personal a Reagan y le facilitó reelegirse.

Sin embargo, cabe recordar que para esquivar los obstáculos confrontados por esa primera “revolución conservadora”, los Bannon de aquellos días (William Clark, Michael Deaver, Edwin Meese, John Poindexter, Constantin Mengues, Oliver North, y otros) crearon un gobierno paralelo que recurrió a lo demencial. Vendieron armamento a los enemigos fundamentalistas iraníes, y con las ganancias obtenidas continuaron financiando la contrarrevolución —creada por la CIA— para derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua; siendo que el Congreso prohibió apoyar a la Contra. La revelación de la siniestra conspiración colocó a Reagan al borde del juicio político, lo que no ocurrió porque estaba por finalizar su mandato, por su avanzada edad y para no acabar de desestabilizar al sistema político que aún no se reponía de la renuncia de Nixon y del asesinato de Kennedy. El “turbio idilio” de Trump & Company con la Rusia de Putin tiene todos los visos de ser algo semejante, que acontece cuando las ambiciones tienen más peso que el patriotismo y los intereses nacionales. Si dicho asunto no provoca la caída, habrá muchísimos otros, pues la ética, la honradez, la rectitud, la probidad no son atributos de los actuales ocupantes de la Casa Blanca. Pero —en tanto llega el desplome— como el golpeteo contra México (como en la época de Reagan) está a la orden del día, es muy importante recordar como enfrentamos aquella embestida, lo cual abordaremos en la segunda parte del este artículo.

Diplomático

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses