El 10 de diciembre, día internacional de los derechos humanos, el presidente Peña Nieto entregó el premio nacional de derechos humanos que la CNDH concedió a la hermana Consuelo Morales.

Conozco a Consuelo desde hace varios años. Siempre le he dicho que sus papás, al ponerle ese nombre, fueron proféticos. Ella es un verdadero consuelo para las víctimas que acompaña. De Consuelo hemos aprendido que la labor de defender y promover los derechos es algo lento y a veces desesperante, pero que vale la pena, porque en algún momento se logra derrumbar la mentira, la impunidad, la opresión y la injusticia, aunque luego se produzcan retrocesos. Ideas como estas las expresó en su discurso al recibir el premio. Fue emocionante y comprometedor.

En el acto, el Presidente firmó iniciativas de leyes generales, contra la tortura y contra las desapariciones. Fue una buena oportunidad, que supo aprovechar. Consuelo es una campeona en la lucha contra las desapariciones, así que, en el ambiente que se respiraba, entre consignas de “¡vivos se los llevaron!, ¡vivos los queremos!”, el anuncio fue atinado.

He revisado ambas iniciativas. Creo que son un excelente material para que el Congreso pueda expedir una legislación que permita brindar solución a estos dos graves problemas que México sufre. La desaparición y la tortura provocan graves sufrimientos a las víctimas en general, es decir, a las personas desaparecidas y torturadas (es una obviedad decir que padecen graves sufrimientos), como a sus familiares y seres queridos.

Los proyectos de leyes son casi un producto terminado, pero aún tienen importantes limitaciones que el Congreso deberá superar. La iniciativa sobre tortura contiene una tipificación de “tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes” que me parece un error. Ciertos aspectos de la iniciativa de ley sobre desapariciones, se quedan cortos. Particularmente, el relativo a la declaración de ausencia por desaparición, debería ser complementado y afinado por el Congreso.

Confieso que mientras el Presidente anunciaba las iniciativas, pensé que también diría que México, por fin, reconocería la competencia del Comité contra las Desapariciones de la ONU. Fue una gran decepción que no lo hiciera. Perdió un momento muy simbólico, en el que México pudo haber enviado una señal de compromiso real, y no sólo discursivo, con el sistema internacional de derechos humanos. Pero, aunque ya es tarde, nunca lo es demasiado. Las víctimas merecen tener más opciones de defensa contra la atroz práctica de la desaparición forzada, y el gobierno debería tener la voluntad de ponerlas a su disposición.

Por cierto, hay que celebrar la publicación de un maravilloso libro: Te Seguiré Buscando (editado por CADACH y AMORES, organizaciones que encabeza y acompaña, respectivamente, la hermana Consuelo), y que en palabras de Alan García de la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, pronunciadas durante la presentación de la obra, “es una proclama pública, escrita de manera sencilla y llana por madres, hermanas y una hija extraordinarias… que juega también una función social, sirve para explicarle al otro, a nosotros, por qué les buscan, por qué les esperan, por qué demandan, por qué exigen, por qué luchan, por qué reclaman”. ¡Cuánta empatía hace falta en nuestra sociedad! Sobre todo entre quienes se preguntan “en qué andarían los desaparecidos, o si eran marihuanos o delincuentes o comunistas”, como si, aún en tales casos, “se entienda” que les haya pasado eso. ¡Qué indignación me causan tales insinuaciones tan inhumanas!

P.D. Hace un año escribí, en este mismo espacio, algo que se puede repetir hoy: Diciembre y personas desaparecidas. Lo dedico nuevamente, a todas las madres y familiares de personas desaparecidas ().

Integrante del Comité Contra las Desapariciones Forzadas de la ONU

@CORCUERAS

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