El reciente esquema de coberturas del Banco de México es una medida más en defensa del peso. Aunque es de mayor potencia que las anteriores, por la cantidad de 20 mil millones de dólares, su éxito dependerá, primero, de que se corrija la causa de la salida de dólares y de la confianza de inversionistas en México.

En el inicio de la defensa del peso, el Banco primero intentó la venta de dólares en cantidades pre-anunciadas. Cuando el tipo de cambio se debilitaba a un nivel también pre-determinado, se disparaba una subasta de dólares provenientes de las reservas del Banco.

El peso se estabilizaba, pero al cabo de cierto tiempo, volvía a debilitarse. El esquema fue reforzado y reemplazado en 2016 por una doble acción: el aumento de la tasa de interés y la oferta de dólares, también de las reservas, de manera sorpresiva, sin fecha ni cantidades pre-anunciadas.

Dicho esquema también tuvo éxito temporal, pues el peso siguió debilitándose. A mediados de 2016 el debilitamiento se acentuó con los ataques del hoy presidente Donald Trump contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El Banco ha más que duplicado su tasa de fondeo de 3.0% a 6.25% desde el final de 2015 y hoy ha visto reducirse sus reservas internacionales en 21 mil millones de dólares.

Los aumentos de tasa van a golpear el crecimiento de la economía y provocan un aumento del servicio de la deuda pública, lo que vino a complicar la defensa del peso.

El Banco también renovó la línea de Crédito Flexible del Fondo Monetario Internacional (FMI) y logró que se aumentara a 88 mil millones de dólares. Sumado a sus reservas internacionales de 176 mil millones de dólares, su armadura parece fuerte, pero todo es relativo.

La tarea de estabilizar el peso no es nada fácil, pues son fuertes los vientos en contra. El primero, de origen, es que desde 2010 hasta fines de 2014 entraron a México 146 mil millones de inversiones extranjeras a instrumentos en pesos, de corto y largo plazo. Este es el acervo de dinero que necesariamente se tiene que ajustar a la baja, por el puro cambio de la Reserva Federal estadounidense, de su postura de aumentar la liquidez global a la nueva postura de reducirla.

Con todo y los ataques verbales del Presidente Trump, este es, con mucho, el principal viento contra el peso. Cuánto se tenga que reducir ese acervo de ahorro extranjero en pesos, depende de cuánto aumente la tasa de interés en Estados Unidos y de la confianza en México.

Otro viento en contra es la amenaza de Estados Unidos contra la migración, las remesas y el TLCAN. Aun con el discurso más suave del secretario de Comercio Wilbur Ross, el tratado está cuestionado por el bajo contenido de origen norteamericano en las exportaciones mexicanas y el salario mexicano tan bajo, pues puede causar pérdida de empleo en algunas industrias estadounidenses.

El tercer viento en contra es el deterioro de las finanzas públicas mexicanas y los problemas que probablemente traerá un par de años adelante.

Como la deuda pública externa aumentó entre 2012 y 2016 en 92 mil millones de dólares, un debilitamiento del peso tiene serias consecuencias para el sector público y el privado. Por eso las primeras coberturas vendidas por el Banco de México por mil millones de dólares se colocaron en minutos, como una gota de agua en tierra seca.

Si no se corrigen las causas de la salida de dólares, las coberturas sólo transferirán la demanda de dólares de hoy a dentro de un año, así como ocurrió con los 30 mil millones de dólares de Tesobonos que emitió el gobierno antes de la gran devaluación de 1994.

Analista económico.

rograo@gmail.com

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