La salida de Gran Bretaña (GB) de la Unión Europea (UE) está hoy en una primera etapa en donde el impacto político es más negativo del que se esperaba porque la decisión dividió al país y porque fue mal recibida por sus socios europeos.

Los impactos económicos son en la dirección esperada, pero también más negativos. La libra se tenía que depreciar de cualquier manera por ser el único país de Europa que tiene un déficit corriente externo mayor que en la pre-crisis (2007). La libra pudo haberse depreciado a 1.30 por dólar por este hecho, pero hoy podría llegar a 1.10.

El impacto excesivo de corto plazo es susceptible de revertirse, pero sólo hasta que GB muestre su plan económico. Por su tradición, podemos dar como hecho que éste mantendría su compromiso con los mercados libres, el crecimiento y la estabilización fiscal para reducir su deuda pública.

Después del corto plazo tiene que recurrir a lo que este mismo país introdujo para superar efectos de la incertidumbre: la estrategia financiera de mediano plazo. Como no sale de la UE por una crisis económica y, a la vez, hoy crece al doble de lo que lo hace la UE, esto no presentaría mayor dificultad. En el tema comercial sólo tiene que dejarse guiar por principios de mercado abierto y aceptar las tarifas más bajas posibles que la UE le pueda conceder como un socio no miembro.

Algunos piensan que este arreglo sería peor que la situación que tenía como miembro de la UE, pero no es así si se toma en cuenta que podría regular la migración, seguir con su propia ley de gran tradición histórica y desregular la economía y la actividad financiera según sus propias necesidades. Tanto la libra esterlina más competitiva como su capacidad para desregular serían algunas de sus nuevas ventajas para crecer.

Un arreglo con la UE, sin embargo, puede verse estorbado por el impacto de su salida en el sentimiento de líderes políticos del resto de la UE en países que sufren bajo crecimiento, deudas públicas muy altas, poca flexibilidad para hacer ajustes fiscales y cuestionamiento anti-europeo interno. La falta de crecimiento en la mayor parte de la zona euro y alto desempleo hacen que sus líderes políticos sean políticamente vulnerables y eso los puede animar a no facilitar acuerdos con GB como un socio comercial no miembro. Así, hay dos posibilidades para la UE:

Una sería dificultar la salida o los nuevos acuerdos de relación comercial y financiera, por ejemplo, exigiendo concesiones no comerciales (como aceptación de flujos migratorios o gravámenes al sector financiero). Lo erróneo de estas demandas se podría comprobar si, por ejemplo, no exigen lo mismo en sus relaciones con Estados Unidos o con Canadá.

La otra sería aceptar que GB y otros países tienen modelos económicos y regulatorios diferentes, y que no por eso tienen que cancelar sus relaciones comerciales y de inversión, que con las comunicaciones de hoy, las relaciones globales se pueden mantener sin una completa integración.

En cuanto a los temores en GB o en la UE por movimientos separatistas será imposible evitarlos en regímenes democráticos y, peor aún, atribuirles un daño mayor que el que realmente causarían. Si Escocia o Irlanda del Norte se separan es porque desde hace mucho ya había inquietudes genuinas por hacerlo, pero tampoco significa que su cercanía de siglos se cancela y mucho menos su cercanía física.

Es la política internacional la que tiene que dar el marco para una separación ordenada de GB y la única que puede evitar que los impactos negativos de corto plazo se extiendan a otros países.

Analista económico.

rograo@gmail.com

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