Desde la crisis global de 2008 fue claro que las economías avanzadas ya no ofrecerían a las emergentes sus mercados internos para que éstas crecieran exportando a ellos. No sorprende que hoy el Banco Mundial advierta que las avanzadas tienen más dinamismo que las emergentes. El Banco espera el crecimiento en Latinoamérica en sólo 0.4% este año.

¿Qué pasó desde que los emergentes, encabezados por China, serían los motores del mundo? ¿Qué pasó con los BRICS? —El organismo dice que estos países enfrentan una “desaceleración estructural” que durará años.

El Banco culpa a la baja productividad, la inflación y la caída de precios de materias primas.

La realidad es, sin embargo, que la gran mayoría de los emergentes quiso crecer a base de exportar a Estados Unidos y Europa. Y los exportadores de materias primas, con exportaciones a China, quien las transformaba en productos que luego exportaba a las economías avanzadas.

China fue uno de los pocos emergentes que se preocupó por dar creciente valor agregado a su producción y por ello creció a tasas de 10% anualmente. Aun así, su alta dependencia del mercado externo como motor de su crecimiento pronto le impondrá una tasa de sólo 5%.

México podía crecer 4% o un poco más, mientras Estados Unidos crecía 3.5% o más, antes de la gran crisis de 2008. Actualmente sólo puede crecer de 2% a 2.5%.

El cambio no está en las economías emergentes, sino en las avanzadas. Su lenta recuperación reduce los montos de importaciones que pueden absorber. Además han estado tratando de llevar a casa más partes de su cadena de suministros, cuando hace años la habían desplazado a China y otros emergentes.

Cuando la economía global crece a tasas altas, el comercio internacional crece aún más. Pero hoy esta elasticidad de importaciones se ha caído. La mayor apertura económica de los emergentes (sus exportaciones como porcentaje de su producto) ya no es ventaja, sino desventaja. En México la apertura es 33%, cuando en Estados Unidos es de 14%. Este último necesita menos a los emergentes como proveedores que al revés.

El bajo crecimiento de las economías avanzadas ya contagió, vía comercio, a las emergentes. Esto era de esperarse, pues en el largo plazo no es posible que un grupo de países solamente crezca vendiendo a otros y que éstos absorban importaciones al infinito. Los emergentes tienen ahora que administrar su propia recesión, para empezar, dejando que sus monedas se deprecien, esperando exportar más.

En México, se temía desde el inicio de la crisis que el exceso de capacidad instalada de acero chino sería demasiado grande; hoy es cuando menos 10 veces el total de la producción mexicana. Y siete años después de iniciada la crisis, se aplicaron aranceles a la competencia desleal de acero chino, alemán y francés (países estos dos últimos que por su propia recesión también acumulan excedentes). Sólo que la medida se tomó después de que Altos Hornos de México anunciara que despedirá a 4 mil 500 trabajadores y que otras empresas interrumpieron operaciones.

Más allá de argumentos proteccionistas, el exceso global de capacidad de producción es innegable. Su conclusión lógica es que este sobrante busque ser vendido en un mercado global achicado.

Las economías emergentes demasiado abiertas van a encontrar muy difícil recuperar el crecimiento. Hacerlo con exportaciones y depreciación cambiaria no es factible cuando otros países también deprecian sus monedas. Revivir sus cadenas productivas industriales es una posibilidad remota. Lo más probable es que se resignen al bajo crecimiento.

Analista económico.
rograo@gmail.com

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