La discusión sobre escenarios de presupuesto federal para 2016 comenzó con el anuncio de un Presupuesto Base Cero (PBC) que rompa la inercia que ha tenido el gasto. Esta inercia surgió en los dos gobiernos panistas, desde 2001. En efecto, el gobierno de Ernesto Zedillo hizo un ajuste macroeconómico en 1995, bajó el gasto y lo mantuvo con un aumento conservador hasta 2000.

Pero el esfuerzo del ajuste de 1995-96 se fue por la borda con los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón. El documento Precriterios de Política Económica que sirve de base para plantear las bases fiscales del año próximo, indica que el gasto corriente creció 5.2% entre 2000 y 2013 en términos reales, cuando la economía sólo creció 2.1%. Por eso, su participación en el PIB aumentó de 10.9% a 15.2% del PIB.

Un aumento de esta magnitud en el gasto es en extremo raro en cualquier país. La expansión de gasto se sostuvo por el mayor ingreso petrolero, pues en la administración de Fox la extracción se disparó hasta 3.4 millones de barriles diarios. Y en el siguiente gobierno, ya con el volumen de extracción cayendo, los precios aumentaron mucho. De paso Calderón hizo dos aumentos de impuestos, en 2008 y 2010.

Nadie puede válidamente criticar el aumento de gasto público cuando hay mucha inversión y desarrollo. Por el contrario, en ese periodo faltó inversión pública, desde infraestructura hasta capacidad de refinación y petroquímica.

Esto valida el concepto de Presupuesto Base Cero. Lo sorprendente, sin embargo, es que el actual gobierno no haya planteado esta meta desde su inicio, cuando tenía gran capital político para hacerlo. Este es necesario porque se debe hacer en la burocracia central y a la vez convencer a los otros poderes (Congreso y Poder Judicial) y a gobiernos estatales y organismos llamados autónomos a que lo hagan.

Por el contrario, el gasto siguió aumentando en 2013 y 2014 y muchas de las reformas aprobadas requieren de más burocracia y gasto. Intentar el PBC cuando ya se expandió la burocracia y los gobiernos estatales ya se sobreendeudaron será muy difícil.

Aparte de la dificultad política de prácticamente instaurar una nueva cultura de gasto en todo el sector público, las dificultades metodológicas no son menores. Un verdadero PBC implicaría el rediseño del tamaño de todos los programas y de su ejecutor, la burocracia, a lo estrictamente necesario.

Eso supondría que alguien tiene que reestimar este tamaño mínimo. El tamaño de la tarea y el equipo humano que se requiere para redimensionar todos los programas serían de tal magnitud que es difícil imaginar a qué otra cosa se podría dedicar el gobierno en los siguientes tres años. Por estas razones la meta suena inviable.

Sin embargo, tomando un acortamiento se podría fijar un primer parámetro. Tomando como base el año 2000, año de referencia mencionado en los Precriterios, y con el criterio de que el gasto debió crecer no más rápido que la tasa de crecimiento de la economía (por ejemplo, para no inducir una reducción del gasto privado como proporción del PIB), el exceso de gasto programable corriente en 2013 fue de 684 mil millones de pesos.

Si se quisiera considerar la totalidad del gasto y no sólo el corriente, entonces el exceso sería de 1.1 billones. La media entre los dos sería de 892 mil millones. La reducción puede ser menor a esta suma si no se quiere aumentar la inversión, pero algo similar a esto es lo necesario para disponer de recursos para aumentar la inversión pública y con ello elevar la tasa de crecimiento y el empleo.

Analista económico.
rograo@gmail.com

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