Esta semana se difundieron importantes indicadores de la economía mexicana. La balanza comercial de mercancías y los indicadores de ocupación y empleo de febrero, así como, el indicador global de la actividad económica (IGAE) de enero. En general, fueron mejores a los que esperaban los expertos, lo que ha llevado a algunos analistas a anticipar que los pronósticos serán revisados a la alza. No es mi caso, ya que me mantuve con la proyección de un alza del PIB de 1.8% en 2017, por lo que los bancos privados que estiman alrededor de 1% tendrán que acercarse a 2.0%.

Las gráficas de las exportaciones de mercancías (series desestacionalizadas y de tendencia-ciclo) marcan una tendencia favorable. Tanto las automotrices como las manufactureras no automotrices reflejan un buen desempeño de la economía de Estados Unidos y del resto del mundo, que ha convencido a los bancos centrales a subir paulatinamente las tasas de interés, para no poner en riesgo la reactivación económica.

Por su parte, las importaciones a primera vista, darían la pauta de una reactivación de la dinámica interna; sin embargo, cuando analizamos el desempeño de las importaciones no petroleras, las de este tipo de bienes de consumo cayeron 6% en tasa anual en febrero y las de bienes intermedios -0.2%; en cambio, las de bienes de consumo petroleras subieron 64.3% propiciado por las compras externas de gasolina, gas butano y propano; mientras que las importaciones petroleras de bienes intermedios crecieron 65.4%.

Sin embargo, lo que no aporta señales de que una posible reactivación sea duradera, es la tendencia a la baja a las importaciones de bienes de capital, las cuales están asociadas a una caída de la inversión, por lo que tampoco hay que echar las campanas al vuelo.

La tasa de ocupación de febrero fue de 3.5% en 2017 contra 4.3% del mismo mes del año pasado, con datos ajustados por estacionalidad. Vamos no faltó quien dijera que esto muestra a una economía muy activa cuando este indicador hace tiempo que dejó de ser un referente de su dinamismo; cuando en realidad lo que está reflejando es que las personas mayoritariamente están laborando con ingresos bajos y en condiciones desfavorables, como lo muestra la Tasa de Ocupación en el Sector Informal 1 (TOSI1) —que considera a todas las personas de éste que trabajan para unidades económicas no agropecuarias— fue de 27.2% en febrero, lo que significó un incremento de 0.3 puntos porcentuales frente al del mes precedente, con cifras desestacionalizadas.

La Tasa de Ocupación Parcial y Desocupación 1 (TOPD1), que incorpora como prácticamente desempleados a quienes trabajaron menos de 15 horas a la semana, fue de 9.0% en febrero de 2017, que si bien es más baja que la de hace un año (10.0%), sigue siendo muy elevada.

Pero lo anterior es más contundente, si observamos que la Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación, que Inegi considera que “es un indicador de condiciones inadecuadas de empleo desde el punto de vista del tiempo de trabajo, los ingresos o una combinación insatisfactoria de ambos y resulta particularmente sensible en las áreas rurales del país. Incluye a las personas que se encuentran trabajando menos de 35 horas a la semana por razones ajenas a sus decisiones, más las que trabajan más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo y las que laboran más de 48 horas semanales ganando hasta dos salarios mínimos”, fue de 14.4% en febrero de 2017, frente a un 14.5% un año antes.

Finalmente, el IGAE creció 0.3% en enero de 2017, respecto a diciembre, gracias a un fuerte crecimiento de las actividades primarias (4.0%), que contrastó con el crecimiento del 0.1% de las secundarias y terciarias. Obviamente, nos referimos a cifras ajustadas estacionalmente, cuando realizamos comparaciones con el mes anterior.

Si bien es cierto, que el primer mes del año estuvo fuertemente afectado por las protestas del gasolinazo, que no sólo generaron fuertes pérdidas al sector comercio, sino que también paralizaron la actividad económica varios días, tampoco podríamos esperar un fuerte repunte en los siguientes meses si consideramos que la mayor inflación le ha quitado poder de compra a sueldos y salarios, y que el encarecimiento del crédito, tendrá un efecto retardado en los siguientes meses en el consumo privado.

El consumo privado contribuyó con 1.9% del crecimiento de 2.3% PIB en 2016, según nos informó recientemente el Inegi. Esta historia no se repetirá este año, pero el crecimiento no será tan bajo gracias a que las exportaciones de bienes y servicios tendrán una mejor contribución que en el año pasado (0.4%).

Finalmente, cabe comentar que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público entregará hoy los Precriterios Generales de Política Económica 2018. El asunto se vuelve relevante para los mercados, que están expectantes a la reacción de las calificadoras crediticias a la promesa de consolidación fiscal que ha hecho el gobierno, así como a las proyecciones de deuda bruta total en relación al PIB.

Maestro en Economía.

pabloail@yahoo.com.mx

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