El comunicado de Standard & Poor’s (S&P) anunciando que revisa a negativa de estable la perspectiva de las calificaciones soberanas en escala global de México, es lo que es y no necesita interpretaciones: un castigo a las promesas incumplidas del gobierno mexicano de recortes de gasto que no fueron tales y una advertencia de que bajará la calificación si no reduce más drásticamente el déficit público para revertir el ritmo de endeudamiento dentro de dos años.

El asunto caló hondo en las autoridades hacendarias quienes salieron a exponer todo lo que ha hecho el gobierno, reiterando que el déficit público más amplio se reducirá al 3% del PIB en 2016, como lo había dicho antes y prometiendo que el presupuesto para 2017 sería muy austero como lo solicitaron el sector privado, Banco de México (Banxico) y analistas.

Comencemos con la credibilidad. Hace meses que Moody’s ya le había ganado a S&P la señal preventiva de que había preocupación con el fuerte crecimiento de la deuda, porque había leído mejor los datos duros de la economía mexicana.

A principios del año pasado, se acordó un recorte preventivo por 135 mil millones de pesos, pero el gasto total del sector público aumentó 5.2% en términos reales en 2015.

En contraste, el de Pemex se redujo 8.3% y el de CFE 7.1% respecto al de 2014, esto es, se incrementó el gasto a pesar de que se redujo el de inversión a las empresas productivas del Estado.

Pero S&P sigue con su perspectiva optimista en los pronósticos, mientras que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ya redujo su estimación de crecimiento a 2.3% para 2016, la calificadora dice que será de 2.5%. A su vez, espera que la deuda neta del gobierno general llegue a 45% del PIB en 2016, cuando las propias autoridades ya la ubican a finales de año cerca de 48%.

Esto es, la S&P no se podía quedar atrás porque está de por medio su credibilidad y eso importa mucho, después del desprestigio que padecieron en 2008 al no prever la crisis financiera.

Sin embargo, lo que sí tenemos que reconocerle a S&P es que por primera vez se atrevió a señalar lo que ya habíamos señalado antes: “las debilidades en la gobernabilidad —que reflejan en parte una débil aplicación de la ley y la percepción de corrupción— limita los beneficios de estas reformas, especialmente en la inversión”.

La credibilidad también está afectando a los medios impresos. No resulta casualidad que dos de los más importantes diarios de México hayan destacado en primera plana que la inversión en cartera fue negativa en 4 mil 764 millones de dólares en el segundo trimestre, es decir, que abandonaron el país.

No es que les guste dar malas noticias para vender más periódicos como dicen en Presidencia, sino que se han dado cuenta que si no le dicen al público lo que está pasando, dejará de usarlos como fuente de información y análisis.

En marzo de 2010, Gloria Guevara, Secretaria de Turismo en ese entonces, declaraba llegando al cargo la famosa máxima de que “percepción es realidad”. Sus palabras no cayeron nada bien en Los Pinos y la mandaron llamar para decirle: te contratamos para que cambies la percepción, porque pensaban que la promoción de México podría ayudar a ello.

En julio de 2016, del presidente Enrique Peña Nieto pidió perdón por el asunto de la “Casa Blanca”, porque generó la percepción de corrupción. El círculo rojo se debatió entre reconocer el valor del primer mandatario y quienes le recriminaban que no era suficiente o tardío el reconocimiento.

S&P no se mete el juzgar a las personas y se enfoca en las implicaciones para los inversionistas de la percepción de la corrupción. Lo que ocurrió después de los escándalos del conflicto de intereses por el pago el predial de un departamento de Miami y del plagio de 29% de la tesis de licenciatura del Presidente fortalecieron esa impresión.

Esta vez Enrique Krause no lo disculpó y consideró el asunto como grave. La intención de minimizar el tema señalando que era una cuestión de estilo, un error del impresor o una frivolidad, alentó más esa percepción.

Finalmente, S&P ya vaticinó que le bajará la calificación a México porque: “El bajo crecimiento del PIB dificultará que el gobierno alcance su ambicioso objetivo de estabilizar y reducir gradualmente su deuda, como participación del PIB en los próximos tres años.”

Además, considera que el nivel de deuda podría seguir aumentando. Los recortes del gasto público y el alza de las tasas de interés no ayudarán a fomentar el crecimiento. Es como si estuviéramos atrapados en la trampa de la ortodoxia: te castigo porque no creces, pero te pido que apliques políticas económicas para que no crezcas.

Maestro en Economía
email: pabloail@yahoo.com.mx

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