Esta es la pregunta que a lo largo de esta semana ha permeado en diversos grupos sociales. La prensa internacional le confirmó al mundo que los mexicanos están inconformes con las políticas unilaterales impuestas por la Casa Blanca. Fuera de eso, en ese tema poco o nada se va a resolver saliendo a la calle a gritar ofensas. El cambio de fondo al que estamos enfrentados requiere una actitud ciudadana madura, que comprenda que para lograr los objetivos del exterior se demanda unidad, colaboración y ante todo dar su lugar a la máxima autoridad del país para negociar con toda fuerza a favor de los intereses de México. Esto no significa claudicar en la aspiración de la paz social o combate al delito en todas sus formas. A todos nos ofende la impunidad y la transgresión a la ley. Quien conozca de un acto de corrupción que lo denuncie formalmente con pruebas y evidencias, eso es más contundente que un rumor o una campaña de desprestigio.

En el mapa de navegación de Donald Trump se identifica una premura por establecer vínculos con otros países para definir las posiciones de lo que se espera será el retorno de los republicanos a la escena mundial y medir los niveles de colaboración o resistencia que evidentemente surgirán al inicio de toda nueva relación.

Así, la tarea de construir alianzas y definir posturas ha abierto el diálogo con los mandatarios de Gran Bretaña, Alemania, Japón, Taiwán, Canadá, China, México y el día de hoy con Israel. De todas esas conversaciones, hasta el momento merece atención la actitud orientada a alimentar un sentimiento anti-inmigrante, anti-libre comercio, particularmente hacia México. No obstante, en la medida que avanza el nuevo gobierno hay sucesos que les demuestran que los verdaderos enemigos y los severos riesgos que amenazan a la economía más poderosa del mundo están en otras latitudes.

Esta actitud sitúa a México en un lugar inusitado y presenta un panorama completamente distinto para el futuro inmediato y de mediano plazo para el país. Ante este reto sin precedentes, es necesario llevar el pulso de esta crisis externa, tener la cabeza fría, analizar con toda precisión el margen de maniobra que nos dejan estos condicionamientos y, con una estrategia calculada, aprovechar los espacios que sean viables para reconstruir los vínculos que se han lastimado en ambos sentidos.

Muchas son las voces que proponen y exigen una reacción más enérgica y más agresiva por parte de México en este diálogo distante, a sabiendas de que es infructuoso alimentar la confrontación. En una larga plática con Shimon Peres, uno de los muchos conceptos memorables que me expresó fue el siguiente: “Nunca hay que declarar una guerra si no se está seguro de que se va a ganar”.

Sabemos que las amenazas reiteradas se convertirán en decisiones. Bajo este criterio la confrontación no es opción, pues la opción es la reacción oportuna. Es apremiante fortalecer las capacidades propias para poder anticipar las repercusiones de un escenario adverso. México debe acelerar el rediseño de un modelo de producción y exportación que de inmediato permita acceder a nuevos mercados. Reconvertir las empresas en la era digital, acelerar las transacciones para el comercio electrónico, así como reforzar los incentivos para la diversificación de mercados son hoy las más altas prioridades, en virtud de que la capacidad productiva y la competitividad no sólo nos dan ventaja en el mercado norteamericano, sino que haciendo los ajustes necesarios habremos de ganar nuevos mercados. La fuerza de nuestra economía es nuestra mejor carta de presentación.

Rúbrica. Lo que para pocos es Mexifobia para muchos es Mexifilia. Pegar los ojos a la pared impide ver lo abierto que está el mundo.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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