En los primeros días del presente año es posible vislumbrar una serie de acontecimientos que indican la recomposición de las fuerzas políticas y económicas a nivel mundial. El cierre del año 2016 ha dado paso a nuevas inercias que obligan la revisión del escenario mundial y sus repercusiones al interior de cada país.

Tres elementos han sacudido y obligado a los sistemas políticos a enfrentar las diversas formas de inconformidad social.

Por una parte, el resurgimiento de las identidades, que representan un conjunto de valores étnicos, raciales, religiosos, formas de vida y alternativas de pareja, ocupa el más alto nivel de la agenda de políticas internas. La confrontación de razas y religiones en diversas partes del mundo toma el camino de la violencia y el terrorismo como una espiral interminable de venganza que no ofrece una solución verdadera.

Un segundo elemento está relacionado con la capacidad de las economías para ofrecer mejores niveles de vida a la población. En el panorama mundial una lista de naciones analizadas indica que las economías presentan retos de consideración para alcanzar el nivel promedio de crecimiento de la última década. Las expectativas son poco favorables por el surgimiento de un proyecto aún dudoso de neo-nacionalismo económico que tiene sus principales exponentes en dos naciones: Gran Bretaña y Estados Unidos, países que históricamente han profesado, promovido y obligado a otras naciones a abrirse al libre comercio y que hoy sorpresivamente asumen una postura proteccionista apoyada en un discurso falaz.

El tercer aspecto es la confrontación atípica que se ha generado entre líderes, países y sociedades, tanto por una retórica estridente, como por la búsqueda de culpables de los problemas internos. Es un fenómeno que insta a la opinión pública a exigir a sus gobernantes soluciones más prontas. En diversos países es posible notar cómo las oposiciones exacerban las tensiones sociales para confrontar a los gobiernos en funciones.

Hoy vivimos nuevos tiempos que necesariamente representan un cambio profundo. No es sólo la necesidad de cambiar de partido en el gobierno o del retroceso en el modelo económico, es un cambio que indica que a nivel mundial los fundamentos de los Estados modernos están obligados a redefinirse en función de los cambios brutales en las estructuras sociales; unos por la migración recibida, otros por los nuevos mecanismos que permiten una mayor participación del ciudadano en la formación y exigencia de demandas sociales. El cambio de una sociedad exigente obliga a que los gobiernos reaccionen con oportunidad, honestidad y eficacia.

Dados los enfoques monotemáticos de la información noticiosa de estos días, se escuchan opiniones tan pesimistas en el sentido de que el año que apenas empieza ya ha concluido. Por ello, ante la adversidad no hay mejor remedio que la voluntad y la entereza. Poco bueno se espera de quienes buscan el lucro político —o económico— promoviendo la inconformidad social. Una cosa es la participación de la sociedad y otra muy distinta es que se le obligue a disentir, como única vía de expresión pública.

Nada se resuelve por medio de la agresión, y mucho menos de la animadversión generalizada. La luz eléctrica no se inventó para mejorar las velas. La rutina es enemiga de la innovación. Es el cambio de forma de pensar lo que abre espacio a las grandes oportunidades. Vivamos los nuevos tiempos atentos a las grandes oportunidades que se presentan cuando las ideas y las personas se unen en torno a un objetivo constructivo y provechoso. Hagamos de 2017 un feliz año. De nosotros depende.

Rúbrica. Transporte de Reyes: Melchor, Gaspar y Baltasar disfrutan sus vehículos; el caballo corre mucho, el elefante carga mucho y el camello camina muchos kilómetros por litro… pero de agua.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM

articulo@alemanvelasco.org

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