Hay que agradecer que los atentados terroristas del fin de semana pasado en Nueva York y Minnesota, no ocasionaron una sola muerte. A pesar de ello, sin embargo, el tema ha penetrado fuerte en la agenda mediática y en la agenda electoral en EU. Esto se debe, en buena medida, a que dichos ataques no ocurren de manera aislada, sino que se suman a otra serie de atentados perpetrados dentro y fuera de ese país a lo largo del último año, y, por consiguiente, llegan ya en medio de un entorno de tensión, al cual su propio impacto se suma. La cuestión central acá es que, ante el miedo y el sentimiento de vulnerabilidad, los seres humanos reaccionamos de formas distintas que cuando no nos sentimos así, lo cual tiene repercusiones políticas, mucho más cuando nos encontramos en la recta final de un proceso electoral. Según investigaciones efectuadas en distintos países y en distintos momentos, bajo condiciones de miedo y tensión, somos menos tolerantes, estamos dispuestos a sacrificar libertades y tendemos a apoyar a figuras más autoritarias, las cuales, en nuestra percepción, nos devuelvan una parte de esa seguridad que sentimos perdida. ¿Significa eso que necesariamente estos últimos atentados terminarán favoreciendo a Trump, o bien, significa que, si ocurriesen más atentados en EU o en otros sitios –ojalá no-, Trump inevitablemente ganaría las elecciones? Depende de varios factores. Revisamos algunos.

Primero, cualquier muerte o daño físico o psicológico a personas inocentes es siempre lamentable. Sin embargo, el terrorismo está muy lejos de representar la mayor amenaza del planeta en términos de violencia. De acuerdo con las últimas mediciones, alrededor de trece veces más personas mueren en otros tipos de asesinatos como los tiroteos masivos en EU, que en ataques terroristas. No obstante, ya en encuestas del año pasado (WSJ/NBC), para el 40% de estadounidenses, el terrorismo era la mayor de sus preocupaciones, lo que representaba una tendencia en franco crecimiento. Otra medición de Gallup de diciembre del 2015, detectó que 51% de participantes se siente algo o muy preocupado de que su familia pudiera ser víctima de ataques terroristas, el porcentaje más alto en 14 años. Otra de CNN/ORC en junio del 2016, ubica en 71% el porcentaje de estadounidenses preocupados por la posibilidad de atentados terroristas, el mayor nivel desde el 2003.

En diciembre del 2015, el Pew Research Center encontró que, por primera vez, la aprobación de estadounidenses en cuanto a cómo su gobierno enfrenta al terrorismo, había caído por debajo de los niveles inmediatos a los ataques del 11-S del 2001. Ya para agosto de este año 53% de estadounidenses, según Gallup, desaprobaba la forma como Obama ha enfrentado al terrorismo y según la encuesta de CNN/ORC, 60% desaprueba la forma como el presidente ha combatido a ISIS.

Estos números evidentemente han sido alimentados por el aumento en la frecuencia de atentados en países occidentales como Francia, Bélgica o Alemania, y, sobre todo, tras los ataques ocurridos dentro del territorio estadounidense tales como el de San Bernardino, California el año pasado o el de Orlando en este. Es muy probable que los atentados del fin de semana pasado contribuyan a esta serie de percepciones.

Ahora bien, el miedo afecta nuestra visión de quién y cómo debería combatir a quienes lo causan. En una encuesta reciente, la universidad de Quinnipiac detectó que, entre sus participantes, el 79% considera algo o muy probable que ocurra un atentado terrorista. La misma encuesta indica que 53% piensa que las libertades individuales no se han restringido lo suficiente y deberían restringirse más. Ese tipo de estudios confirman la investigación que nos enseña que mientras más nos consideramos vulnerables, más estamos dispuestos a sacrificar libertades y a apoyar medidas restrictivas. La pregunta es, entonces, si en estas semanas que restan de acá al 8 de noviembre, Trump se beneficiará de este escenario como parece haber sucedido en otros momentos.

Quizás una clave nos la da Steven Shepard en Politico quien documenta que, en realidad, de acuerdo con mediciones recientes, los potenciales votantes parecen confiar ligeramente más en Clinton que en Trump para combatir al terrorismo. Esto, dice Shepard, difiere de elecciones anteriores en donde los republicanos eran mejor valorados en asuntos de seguridad nacional. A pesar de ello, en este caso, las letras pequeñas están en el hecho de que entre los republicanos hay un número mucho más amplio de gente ansiosa por la posibilidad de ataques terroristas que entre demócratas. Y de todas esas personas, quienes más se sienten vulnerables son quienes dicen que votarán por Trump; 96% de esos electores considera que es probable (algo o mucho) que próximamente ocurra un atentado terrorista, comparado con un 64% de quienes indican que votarán por Clinton. En palabras simples: se podría decir que mientras más ansioso acerca del terrorismo esté un elector, más probable es que su voto termine con Trump.

Por consiguiente, las mayores posibilidades de que Trump termine capitalizando el miedo ocasionado por el terrorismo más reciente (o el de potenciales ataques futuros), se encuentran principalmente dentro de ese sector de indecisos, o bien republicanos que hasta ahora no se han decidido a votar por Trump pero que preferirían tampoco votar por Clinton y quienes (a) más preocupados estén de que el terrorismo siga repitiéndose, (b) desaprueban el manejo de Obama del terrorismo, y/o (c) forman parte de ese 56% de republicanos que según CBS/NYT piensa que se debería restringir a musulmanes de entrar a EU y/o favorecen medidas como las propuestas por Trump, tales como elaborar perfiles raciales de potenciales atacantes.

Esto, sin embargo, también podría depender de si Hilary entiende los aspectos anteriores y, aprovechando que cuenta con la confianza de muchos para combatir al terrorismo, sabe cómo hablar a esos potenciales electores en los días y semanas que siguen. Por ejemplo, en sus estrategias para enfrentar a esa clase de violencia, Hilary está poniendo mucho más énfasis en cómo reconocer las fases tempranas del extremismo para detener el proceso de radicalización de potenciales atacantes mediante contrarrestar los mensajes que reciben, mientras que Trump pone el énfasis en restricciones migratorias o en perfiles raciales, además de atacar a ISIS con mayor ferocidad. Estos temas y propuestas se seguirán manifestando con fuerza a lo largo de los debates y en la agenda de las próximas semanas. No olvidemos que casi la mitad de estadounidenses considera al terrorismo como su mayor preocupación.  Por tanto, quien sepa convencer mejor a los electores justo en esta materia, podría adquirir puntos enormemente valiosos en la etapa final de la carrera.

Analista internacional.

@maurimm

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