El 8 de mayo, exactamente seis meses antes de las elecciones de hoy, escribí en este espacio: “Suena paradójico, pero ante tantos estadounidenses que siguen a Trump, los latinos pueden salvar a Estados Unidos de sí mismo. Y quizá también al mundo.”

Tal vez para algunas personas esta afirmación pudo haber sido exagerada, pero creo que sigue siendo válida. Y quizá ahora más que nunca.

El ir y venir de las encuestas demuestra que los resultados de esta elección son inciertos.

Luego de los tres debates entre Hillary Clinton y Donald Trump, parecía que finalmente podían hacerse augurios certeros debido a que el candidato republicano, exhibido por sí mismo, sin argumentos, extraviado incluso de su propia retórica, titubeante ante acusaciones y pronto a la ira, se mostró tal cual es y cayó tan espectacularmente que las encuestas lo pusieron más de diez puntos por debajo de la candidata demócrata.

Pero este proceso en Estados Unidos ha revelado la volubilidad de un electorado indeciso ante dos candidaturas que no terminan de convencer. En ese contexto, una ambigua carta del director del FBI al Congreso relacionada con el uso del correo electrónico personal de Clinton para fines oficiales, hizo que las previsiones volvieran a modificarse hasta colocar a los dos candidatos presidenciales en un empate técnico. Y a pesar de que la propia agencia investigadora acaba de eximir de culpa a Hillary, las predicciones son apenas favorables a la demócrata.

Y aquí es donde el ingrediente del voto hispano puede pasar de relevante a determinante.

En esta jornada es indispensable que el voto latino se manifieste, porque los latinos y otras minorías han sido sistemáticamente insultadas y amenazadas por Trump, lo que va más allá de una estrategia para capitalizar el “voto nativista enojado”, pues es evidente el profundo y auténtico desprecio del candidato por latinos, afroamericanos y asiáticos, desprecio que alcanza igualmente a las mujeres.

Con Trump, una irracional amenaza se cierne sobre los inmigrantes latinos, no sólo por las eventuales acciones que pueda emprender de llegar a la presidencia, sino por el clima de odio y división que genera con sus habituales declaraciones, colmadas xenofobia.

En defensa propia, los latinos pueden ponerle un muro a Donald Trump e impedir su arribo a la Casa Blanca.

En 2016, los latinos elegibles para votar representan una fuerza histórica: 27.3 millones, cuatro millones más que en 2012 y 7.5 millones más que en 2008. Esta cantidad puede inclinar la balanza en favor de la opción demócrata, pero el número por sí mismo no dice mucho. En 2008, según sondeos del Pew Research Center, sólo votaron tres de cada diez latinos que podían hacerlo y en 2012 sólo uno de cada cuatro.

Si los latinos sufragaran en igual proporción ahora, en lugar de 27 millones aportarían solamente entre siete y nueve millones de votos y algunos de éstos irían a dar a la cuenta de Trump, a pesar de su retórica ofensiva.

Así, si bien es cierto que el voto hispano tiene la fuerza para detener a Trump, son necesarias dos condiciones: que vote más del 50 por ciento y que en notoria mayoría lo hagan por Hillary Clinton, como cuando 71 por ciento lo hizo por Barack Obama en 2012.

En esta ocasión, el voto va más allá de simpatías personales o coincidencias ideológicas: se trata de evitar que un personaje para el que todo es una catástrofe y que se anuncia como salvador llegue a la presidencia del país todavía más poderoso del mundo.

Impedirlo redituará una doble tranquilidad: en lo interior se evitará que Estados Unidos se convierta en un escenario persecutorio de latinos, afroamericanos y musulmanes y, en lo externo, que esa nación se constituya en un peligro para el mundo con un liderazgo que cree en la violencia como solución y que, dado el poder armamentista con que contaría, podría llevar al planeta no a la tercera guerra mundial sino a la última de las guerras.

Hipotéticamente los mexicanos, unidos, podrían evitarlo, pues los 15 millones que pueden votar representan el 6.6 por ciento del padrón electoral. Sería suficiente.

Convoquemos a nuestros paisanos (amigos y familiares) a sufragar contra la xenofobia, el racismo, la violencia y la discriminacion.

(*) Especialista en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses