Sentido pésame a la familia
del juez Vicente Bermúdez

Si uno olvida las barbaridades de Trump y vuelve a la realidad nacional encontrará algo peor que la amenaza del extraño enemigo. Dos golpes recientes: la mutilación de delincuentes y el asesinato del juez de Distrito Vicente Bermúdez. Ni siquiera la sospechosa huida de Javier Duarte, el sátrapa de Veracruz, golpeó tanto al país.

Los jueces son el instrumento de la defensa ciudadana. En la medida en que se les ha confiado decidir lo justo; en la encomienda de cuidar la vida, los derechos, el patrimonio, la honra, la seguridad, merecen la confianza y garantía para actuar sin temor. Su seguridad personal es el pilar de su independencia.

El asesinato de Bermúdez ocurrió el mismo día en que el presidente Peña Nieto se reunió con jueces de 69 países de la Unión Internacional de Magistrados. Al inicio de su mensaje condenó el atentado, instruyó a la PGR para atraer el caso y olvidó el pésame a la familia Bermúdez. Después, fiel al teleprompter, explicó lo que su gobierno hace para preservar la independencia judicial, como si nada hubiera pasado momentos antes. Esquizofrenia pura.

El Consejo de la Judicatura Federal reaccionó extraviado: primero condenó la filtración del video del homicidio. Declaró que compromete la eficacia de la investigación y afecta los derechos de la familia del juez. Enderezó una dura crítica a la PGR. Filtrar el video “revela un interés distinto y ciertamente repudiable, al de preservar un elemento valioso que permita la oportuna detención de los probables responsables”. A los tres días (20 de octubre) emitió un nuevo comunicado, ya sin acusar a las autoridades investigadoras, señalando que presentó ante la PGR y la Contraloría de la Procuraduría del Estado de México denuncias sobre probables conductas ilícitas por la filtración del video. No se entiende la mención a la Procuraduría del Estado de México, pues conforme a la orden presidencial el asunto está en manos de la PGR. No obstante, lo más importante hubiera sido referirse a la urgencia de detener al asesino, no extraviarse con galimatías sobre un video.

Cuando se fundó el CJF, se debatió sobre la conveniencia de utilizar jueces sin rostro. Se desechó la idea, implementada en Colombia, por ir en contra de la tradición judicial mexicana. Después, se debatió la experiencia española de proteger con toda la fuerza del Estado a los jueces que revisaban las causas de los terroristas españoles. También se descartó. Pensábamos que en México jamás llegaríamos a tales extremos. Ahora, llegó el momento de revisar el cuidado que el Estado debe brindar a sus jueces.

Si bien estos dos acontecimientos, el asesinato del juez de Distrito y la mutilación de presuntos delincuentes son algo espantoso, más preocupante es la reacción popular vertida en redes sociales. Esto dicen: No se entiende la preocupación de las autoridades por el asesinato del juez federal. ¿Porque inquietarse por el asesinato de un simple juez cuando miles de ciudadanos sufren atentados impunes? El festejo jubiloso por las mutilaciones muestra la desesperación social. El castigo festinado popularmente: cortar las manos a los que secuestran y roban es una invitación a la peor de las barbaries.

Supongo que los responsables de la seguridad y justicia deben estar jalándose los cabellos. Sólo que aunque se los arranquen no solucionarían el problema. Se trata de un asunto que compete al gobierno. Los ciudadanos poco pueden contra tal violencia. Maquiavelo aconsejaba al príncipe: “Lo peor que un príncipe puede temer del pueblo, si éste le es hostil es que le abandone, pero de los poderosos, si le son hostiles, no solo debe temer que le abandonen, sino también que le ataquen, puesto que al ser más astutos, siempre toman medidas necesarias a tiempo para salvarse y buscan congraciarse con el que esperan que gane”.

Consejero fundador del Consejo de la Judicatura Federal, investigador nacional SNI

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses