Mas tardaron los cuerpos directivos del PAN y del PRD en dar a conocer su visto bueno para explorar la formación de una coalición, cuando les llovió fuego amigo y enemigo. También, hay que destacarlo, fueron muchas las voces que saludaron con esperanza el anuncio.

Los obuses del PRI-gobierno y de su coro mediático eran de esperarse. La gran coalición opositora le rompe el espinazo a su estrategia madre: la pulverización de la competencia.

La maniobra está muy vista: divide a sus verdaderos adversarios, crea falsas oposiciones y con el concurso de membretes forma su propia alianza. De esta manera consigue un caudal minoritario de votos suficiente para imponerse. El PRI gana así desde hace años; las elecciones del mes pasado lo confirman.

Los disparos provenientes de las filas azules y amarillas los hicieron quienes el proyecto de la coalición les hirió como un piquete de alfiler en la oreja; por razones ideológicas o porque sus historias personales no se avienen con los requerimientos para unir fuerzas disímbolas.

El trabajo para la formación del FAD no va ser miel sobre hojuelas. En poco tiempo deberá superar grandes retos y vencer múltiples resistencias:

Veamos dos retos:
1.— Programa de gobierno. Este debe ser el núcleo ético de la coalición. Es lo que la justifica y otorga legitimidad al esfuerzo de fusionar en un proyecto electoral a partidos con orígenes, principios y culturas políticas diferentes.

México tiene la urgencia de resolver problemas gravísimos en donde la carga ideológica es lo menos importante. Lo que se necesitan son soluciones técnicas y potente voluntad política para aplicarlas con éxito.

No debe ser un plataforma larga y farragosa. Convendría concentrarse en cinco temas torales:

I.— Consolidar la implantación integral del Sistema Nacional Anticorrupción, para curar a la nación de este cáncer que la está consumiendo.

II.— Crear un verdadero sistema de Seguridad Pública nacional y de procuración e impartición de justicia coherentes, para atajar el proceso de desestructuración del Estado y el creciente poder del crimen organizado.

III.— Nuevo modelo de desarrollo económico con justicia social. Hay que cerrar la fractura de las desigualdades y revertir la concentración del ingreso. El modelo de economía social de mercado puede ser la fórmula. Alemania lo aplica desde 1949, por los gobiernos demócratas cristianos y socialdemócratas. No es populista, ni neoliberal.

IV.— Reforma del Estado. México no puede seguir funcionando con una estructura política pensada en el siglo XIX, luego deformada por un largo periodo de autoritarismo presidencialista-corporativista y desarticulado en la transición a la democracia, frustrada por la corrupción. Necesitamos un régimen político para el Siglo XXI, de gobernanza democrática participativa.

V.— Para que lo anterior sea sustentable, es condición esencial contar con un sistema educativo orientado a la formación del bien-ser (valores humanos y democráticos ); a la capacitación para el bien-hacer (habilidades, conocimientos científicos y técnicos); y la instrucción para contribuir al bien-estar, (reconstrucción del tejido social y cuidado del medio ambiente).

2.— La candidatura presidencial. Este el punto en donde todas las buenas intenciones se topan con la pared de las aspiraciones personales e intereses de grupos. Entre panistas, perredistas y anexos semi-independientes ya suman más de una docena. ¿Cómo seleccionar al candidato del FAD y hacerlos entender que no importa tanto su chula cara sino la identidad que sea capaz de encarnar el espíritu de la coalición? En estos días se han publicado algunas propuestas para superar este reto. Valdría la pena considerar la fórmula Pascal (Excélsior 28/06) o el método Aguilar Camín (Milenio. 04/07). Tal vez así lo logremos.

Ex Presidente Nacional del PAN, 1999-2005.
@L_FBravoMena.

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