El martes pasado tuve la oportunidad de encabezar junto al Gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, un evento muy significativo en la ciudad de Chilpancingo: la entrega de reconocimientos a la estructura de los comedores comunitarios de la Sedesol, por su participación en un curso de reacción inmediata ante contingencias naturales.

300 integrantes de estos comedores —cocineras y promoto res, entre otros— adquirieron conocimientos y aprendieron técnicas mediante una capacitación brindada por elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional destacados en la 35 Zona Militar, sobre preparación de alimentos, evaluación de riesgos, coordinación con diversas instancias antes, durante y después de un evento, y sobre cómo organizar y operar un albergue temporal; todo ello en el contexto del Plan DN-III-E que implementa el Ejército mexicano desde hace más de 50 años.

No es casualidad que Guerrero haya sido elegido para llevar a cabo esta capacitación, al ser éste un estado proclive a los embates de la naturaleza. Recordemos Ingrid y Manuel en 2013, así como diversos sismos, que han provocado daños materiales considerables en los últimos años. En todas las situaciones de emergencia, el Ejército ha sido el primero en llegar y el último en irse. La sensibilidad, experiencia y profesionalismo que despliegan los militares en tareas de rescate y atención a damnificados, es algo que genera certeza en la población y permite que las cosas regresen más pronto a la normalidad.

Durante mi visita a las instalaciones de la 35 Zona Militar, pude constatar el formidable equipamiento de las fuerzas armadas para la atención a contingencias naturales: cocinas rodantes capaces de brindar comidas calientes a miles de personas, plantas potabilizadoras, lanchones para el rescate de la población, enormes puentes portátiles de acero que se tienden sobre ríos y arroyos para permitir el paso de vehículos y restablecer la comunicación en las zonas afectadas, retroexcavadoras para retirar escombros, hospitales sobre ruedas que brindan los primeros auxilios médicos.

Lo que vi, me hizo sentirme aún más orgulloso de nuestras fuerzas armadas. Me emocionó una frase del Gral. Salvador Cienfuegos, Secretario de la Defensa Nacional, inscrita en la pared de uno de los edificios de la 35 Zona Militar: “Hay quienes quisieran distanciarnos del pueblo; ¡imposible! Somos uno y lo mismo; basta ver el rostro, la piel, el pensamiento y el corazón de cada soldado, para ver que somos pueblo, somos México, igual que el resto de la Patria”.

En la Sedesol sabemos que una contingencia natural le pega a todos, pero de manera muy sensible a los más necesitados que ven, en cuestión de horas, cómo se pierde el patrimonio construido con el esfuerzo de toda una vida. Por eso, Sedesol actúa desde el primer momento de una contingencia, llevando despensas y agua potable a las zonas afectadas. Llegamos incluso en lanchas, animales de carga, nada nos detiene.

Estando en Chilpancingo, pude dialogar con Yoema Camero, cocinera voluntaria, quien dijo que su mayor recompensa por preparar todos los días comida para la gente de su comunidad, “es ver la sonrisa de un niño, o cómo el comedor se ha convertido en segunda casa para un viejito que ya está solo”. Ahora, Yoema no sólo está preparando nuevos menús para sus vecinos, sino que también ha aprendido cómo orientarlos y apoyarlos cuando hay una contingencia natural.

Como ella, miles de guerrerenses que forman parte de los 1,200 comedores comunitarios que operan en el estado, se convierten a partir de ahora en promotores activos de la protección civil.

En el pasado, trabajando juntos, Sedesol y Sedena, pusimos los cimientos del Programa de Comedores Comunitarios. Hoy, Sedesol, con ese espíritu de coordinación que nos ha caracterizado, se suma al Ejército mexicano para dar un paso hacia delante en materia de atención a desastres naturales con la participación de la sociedad, y estamos listos para llevar esta colaboración al resto del país.

Secretario de Desarrollo Social

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses