En la antigua Grecia, cada cuatro años se hacía un paréntesis en las guerras para abrir un espacio de búsqueda de reconciliación a través del deporte. La tregua olímpica se llamaba ekecheiria.

En la era moderna, los juegos no han sido ajenos a las vicisitudes políticas del momento, Hace 48 años, México abrió la fiesta con el duelo vivo por la masacre de Tlatelolco. Hoy, los graves problemas internos de Brasil no frenaron la celebración de Río.

Al inicio del Siglo XX, la cita cuatrianual se interrumpió por la Primera Guerra Mundial. De Estocolmo 1912 llegamos a Amberes 1920 con varios países excluidos por los resabios de la guerra. En Ámsterdam 1928, Alemania y Austria regresaron al encuentro olímpico.

En Berlín 1936, cuando Hitler pregonaba la superioridad de la raza aria, Jesse Owens se mostró invencible en cuatro pruebas. En el salto de longitud, el atleta afroamericano ganó la competencia al alemán Lutz Long. Los dos cuerpos, con diferente color de piel, se fundieron en un abrazo y juntos recorrieron la pista para realizar la emblemática vuelta olímpica.

Tokio había solicitado los juegos de 1940, pero la guerra con China provocó la declinación. La sede pasó a Londres, pero la invasión de Alemania a Polonia desató la Segunda Guerra Mundial provocando que de nuevo la cita olímpica se pospusiera. Terminadas las hostilidades, en 1948 se celebraron los juegos con las delegaciones de Japón y Alemania excluidas.

En Helsinki 1952, por fin se congregó la familia olímpica completa. La Unión Soviética volvió a participar después de 40 años de ausencia y en un gesto de solidaridad, dos atletas rusos levantaron en brazos al norteamericano Bob Richards después de batir el record de salto con garrocha.

En Melbourne 1956, varios países se negaron a participar por la invasión de los soviéticos a Hungría. El dato curioso es que este país se impuso al agresor en la final de waterpolo.

En Roma 1960, las dos alemanias desfilaron bajo la misma bandera. Taiwán lo hizo bajo protesta por no ser reconocida por China como república independiente.

En México 68, el black power se manifestó contra el racismo. Tom Smith y John Carlos, medallistas en 200 metros planos, subieron al pódium sin zapatos, con medias negras y un guante también negro. Cuando se escuchó el himno nacional, bajaron la cabeza y levantaron el puño.

Munich 72 se tiñó de sangre por un ataque que dejó un saldo de 11 atletas israelitas, un policía alemán y cinco terroristas muertos.

Los juegos de Moscú 1980 fueron boicoteados por Estados Unidos y sus aliados en protesta por la invasión a Afganistán. Algunos deportistas ingleses participaron sin portar su bandera. Cuatro años después, Los Ángeles 84 vivió la réplica del boicot y los soviéticos y quienes estaban bajo su égida no asistieron.

En Barcelona 1992, atletas de la ex Yugoslavia estuvieron presentes sin bandera y sin himno. Sobre el país —que se deshacía— pesaba una sanción de la ONU que le prohibía participar en justas deportivas.

En Sidney 2000, desfilaron juntas las dos Coreas y atletas de Timor Oriental lo hicieron como independientes.

En Londres 2012, deportistas de Curazao y Sudán del Sur participaron como independientes y, en la cita de ahora, un equipo de diez refugiados encontró cobijo en la bandera olímpica que portó la nadadora siria Yusra Mardini.

Algunas banderas e himnos han desaparecido; se han generado nuevos procesos de unión y desunión política y se han desplazado o sustituido puntos geopolíticos álgidos. El reflector mundial está hoy sobre Río y, en las próximas semanas, como en los antiguos tiempos, se dará una tregua a la beligerancia cotidiana.

Ban Ki Moon pidió estar a la altura del desafío y que “la serenidad de la flama olímpica silencie el ruido de los disparos”.

Directora de Derechos Humanos de la SCJN

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses