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“La libertad nunca es dada voluntariamente por el opresor; debe ser demandada por los oprimidos”. Estas palabras de Martin Luther King Jr., me vienen a la memoria pensando en la situación que está viviendo el pueblo venezolano.
Venezuela se prepara para las elecciones del 6 de diciembre, que renovarán a la totalidad de los miembros de la Asamblea Nacional, en un ambiente de incertidumbre, con amenazas contra periodistas y sin la transparencia que asegure la imparcialidad del escrutinio público.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, ha denunciado ante el Consejo Nacional Electoral de Venezuela, que este país no ofrece garantías para el desarrollo de unas elecciones con libertad, igualdad y transparencia requeridas. Y se ha unido a las constantes peticiones de libertad para el líder opositor, Leopoldo López.
A esto se unen las acciones de la CIDH, que acaba de anunciar la adopción de medidas en favor de cuatro editores (Miguel Henrique Otero, Alberto Federico Ravell, Isabel Cristina Ravell y Teodoro Petkoff) que enfrentan ataques, agresiones, amenazas y persecución por parte del Estado venezolano. Estos periodistas deben ser protegidos ante el riesgo de ser encarcelados, por ejercer su derecho a la libertad de expresión, a través de un medio de comunicación social, de manera crítica contra el régimen.
Y ante estas demandas de organismos internacionales ¿cómo responde Nicolás Maduro?
El presidente de Venezuela ya ha adelantado, en un discurso agresivo, que no va a reconocer el resultado, si este es contrario a los intereses del partido militar gobernante, y sus palabras incluían una amenaza velada de un autogolpe. No olvidemos que el hombre fuerte del régimen no es otro que el ex militar Diosdado Cabello, actual presidente de la Asamblea Nacional.
Finalmente el régimen chavista ha mostrado su verdadero rostro. Para ellos la democracia sólo es válida cuando es favorable a sus intereses; en el momento que ven peligrar el control del aparato del Estado, ésta ya no vale. La preocupación aumenta al conocerse, por boca del propio Maduro, que la orden es ganar como sea y que, si se da el caso, deben gobernar con el pueblo y en unión cívico-militar.
Difícil alternativa para un país que es observado como el cráter de un volcán en erupción. Elecciones sin periodistas libres, con amenazas del propio presidente y con un sistema electoral sin transparencia, colocan el futuro de esta nación y de buena parte de América, en una encrucijada bajo los ojos atónitos del mundo y la indiferencia de la clase política gobernante que dirige los destinos del hemisferio.
Los 19 millones de electores venezolanos están llamados a ir a las urnas, el próximo 6 de diciembre, para decidir si continúan en el camino hacia el totalitarismo o exigen recuperar la senda de la democracia.
Profesor visitante en Libertad de Expresión en el College of Law de American University, en Washington
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