Una manifestación frecuente de los tiempos actuales, estos en los que “algo va mal”, como intitula su valeroso manifiesto progresista Tony Judt, uno de los pensadores más lúcidos y trascendentes de los últimos tiempos, es que las instituciones tradicionales en las democracias se han visto rebasadas por la sociedad y resultan insuficientes para una ciudadanía cada vez más lejana y desconfiada de la clase política y de sus instrumentos para ejercer el poder.

Tal desconfianza se percibe sobre todo entre los jóvenes. Basta con platicar con ellos para percatarse de sus preocupaciones, sus ansiedades y sus frustraciones. Razones no les faltan. Ciertamente no se identifican con los partidos políticos, desconfían de jueces y funcionarios, y por supuesto, no se sienten representados en el Congreso. ¿Será el ocaso de la democracia representativa? No lo sé. En todo caso, lo que gana terreno es el deseo de participar de manera directa, o sea, de vivir una democracia participativa.

Iniciativas recientes de participación ciudadana para tratar de incidir en políticas públicas, sugieren que hoy, a diferencia del panorama que teníamos hace no muchos años, estas tienen más posibilidades de impactar de manera más efectiva en nuestra realidad.

La idea de revisar el marco regulatorio del consumo de marihuana, por ejemplo, fue una iniciativa que se gestó en las organizaciones de la sociedad, incluida la academia. Hoy el tema se debate libremente en el Senado y las razones que se han esgrimido han opacado a las voces de la sin razón. Aún aquellas que pretendieron denigrar a los usuarios y a quienes defendieron sus derechos, han tenido que cambiar el discurso. La evidencia científica, más contundente que los mitos y los dogmas, ha encontrado su espacio en una sociedad que privilegia la información sobre la vociferación; que opta por el diálogo y la reflexión como mecanismos para llegar a sus propias conclusiones. Prefiere el debate que la sumisión.

Alrededor del 70% de la población ha dicho sí a los derivados de la cannabis con fines medicinales. Debe autorizarse para estos fines. Es probable que también se aumente la dosis permitida para uso personal y con ello queden en libertad muchos de quienes hoy están en prisión por “poseer” más de 5 gramos de marihuana, que es la dosis permitida en México, mientras que en la mayoría de los países es de una onza, aproximadamente 28 gramos. El libre desarrollo de la personalidad que es, en esencia, el derecho a la autodeterminación, ha ganado aceptación en amplios sectores de la sociedad que quizá no lo tenían claro hace apenas poco tiempo. Ante el agotamiento del modelo prohibicionista, la absurda guerra contra las drogas, los miles de muertos y desaparecidos y la tragedia que viven sus deudos, el incremento indiscriminado de su consumo y el creciente poder del crimen organizado, era indispensable alzar la voz y formular la pregunta: ¿Qué hacemos con las drogas? Me parece que el debate ha sido saludable. Hoy estamos todos mejor informados y se han escuchado, de manera respetuosa, las distintas voces de la sociedad.

Otra iniciativa ciudadana impulsada por el Instituto Mexicano de la Competitividad y Transparencia Mexicana es la conocida como 3de3. Se trata de un proyecto rigurosamente elaborado por académicos de la UNAM, el CIDE, el ITAM, el Tecnológico de Monterrey y otros, todos ellos expertos en Derecho Constitucional y Administrativo. De aprobarse, obligaría a los gobernantes a hacer públicos su patrimonio, sus impuestos y sus intereses. Se trata pues, de una propuesta de ley de responsabilidades administrativas para los servidores públicos que el Congreso tendrá que considerar, si la iniciativa logra el respaldo de 120 mil firmas.

El proyecto de ley tipifica con claridad los diversos actos de corrupción, o al menos los más frecuentes, y propone un código ético de comportamiento para el funcionario con sanciones severas para los corruptos. Se abre con esta propuesta ciudadana una nueva posibilidad de activar un proceso legislativo en un tema crucial. Que quien aspire a gobernarnos se someta a un escrutinio riguroso por parte de la sociedad y se comprometa con una línea ética de conducta durante el tiempo que esté en funciones. Los invito a respaldar esta iniciativa que surge desde la academia, en el seno mismo de la sociedad, al margen de los partidos políticos, y que puede contribuir como pocas a transformar la vida pública de nuestro país ().

Próximamente la Ciudad de México tendrá una nueva Constitución. Esta es otra gran oportunidad de participación ciudadana. Sería absurdo desaprovecharla. El Jefe de Gobierno invitó a distintas personalidades, todas ellas distinguidas, plurales, técnicamente competentes, con experiencia y sensibilidad, a integrarse en un grupo redactor para elaborar el proyecto que enviará a la Asamblea Constituyente en el próximo mes de septiembre. Habrá, además, un grupo de asesores externos para temas específicos, que de manera honorífica e independiente, darán sus puntos de vista para tratar de pulir al máximo, uno de los proyectos legislativos más trascendentes de los últimos tiempos. Tiene que salir bien. Nuestra Ciudad requiere una Constitución moderna, flexible, incluyente, de cara al futuro, que contemple a cabalidad las nuevas garantías a las que la ciudadanía tiene derecho en una sociedad abierta y democrática que propicie un desarrollo con justicia.

Desafortunadamente la forma como habrá de conformarse la Asamblea Constituyente no es la ideal. Los 100 constituyentes debieron haberse electo en igualdad de condiciones. Pero no será así. Cuarenta serán designados: 14 por el Senado, 14 por la Cámara de Diputados, 6 el Presidente de la República y 6 el Jefe de Gobierno. Entre los 60 electos las reglas tampoco están parejas para los independientes. Tendrán que reunir en poco tiempo más de 70 mil firmas y su tope de gastos de precampaña será sensiblemente menor al de los partidos. Será pues, un Constituyente de cuotas, pero justo por eso, es necesario que el proyecto sea muy sólido. El reto no es menor.

A mi me queda claro que hoy en México, tenemos oportunidades de hacer política desde la sociedad. Es algo relativamente novedoso entre nosotros. Es un signo de que nuestra democracia va madurando. Lo veo con optimismo, con entusiasmo, porque la sociedad mexicana tiene gente talentosa, honesta, generosa y con ganas de participar en procesos que incidan en la vida pública. No es necesario ser candidato, ni tener un puesto en alguna estructura de gobierno o de algún partido. Son espacios que se abren paulatinamente para bien de todos.

En una siguiente entrega, me referiré a otra faceta de la relación entre sociedad y democracia, que ha llamado poderosamente la atención en los tiempos recientes: la de las candidaturas independientes.

POSDATA. Enhorabuena al Auditorio Nacional por la presentación de la Orquesta Mariinsky, todo un emblema de la mejor tradición musical de Rusia. Su ejecución fue perfecta. La respuesta del público también fue contundente: cerca de 5 mil personas lo disfrutamos.

Ex Secretario de Salud

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