El 26 de julio de 1986 los medios del mundo daban cuenta de que México había firmado su adhesión al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT). Derivado de ello México podría “disfrutar de todas las concesiones arancelarias negociadas por los otros miembros desde la entrada en vigor del Acuerdo General en 1948” (El País). Una afirmación similar a la que hoy en día se maneja con el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica.

Se afirmaba que México, al ser un país en desarrollo, recibiría un “trato especial” para que el Estado mexicano pudiera regular su apertura económica y con ello cumplir con los compromisos que adquirió con su adhesión al GATT.

Treinta años han pasado y México sigue siendo un país en desarrollo, solo que ahora la etiqueta es “emergente”. La política económica continúa aplicando reformas para intentar alcanzar mayor crecimiento bajo su modelo de apertura, pero la búsqueda de la fórmula para alcanzarlo no termina por tener éxito. Los cambios macroeconómicos no llegan a la vida diaria de la mayor parte de las empresas y hogares mexicanos. No tienen una base microeconómica.

La economía es una ciencia social, es producto de un proceso histórico, los modelos de referencia son sólo eso, una guía. Las naciones asiáticas lo conocen perfectamente por eso aplican estrategias heterodoxas, más ceñidas a su realidad.

La estructura productiva de México se encuentra fragmentada en más de dos partes: los micronegocios y las pequeñas empresas están constituidas para un mercado interno grande, pero que se ha empobrecido. Son de subsistencia, la mayor parte bajo una informalidad que es alimentada por las importaciones baratas, fundamentalmente de origen chino.

Las medianas empresas cuentan con capacidades productivas pero no tiene los apoyos financieros necesarios para crecer, además el sistema educativo no es de la calidad que se requiere en la economía del conocimiento. A este tipo de empresas, salvo honrosos casos, le es difícil integrarse a las cadenas globales de valor.

El modelo de apertura económica ha funcionado para empresas grandes capaces de exportar, pero en donde las de origen mexicano van disminuyendo. Algo similar ocurre en las grandes empresas mexicanas orientadas al mercado interno, poco a poco son compradas por trasnacionales.

En 1986 México entró al GATT, se cumplen tres décadas de ello y es momento de preguntarse sobre cuáles son los resultados, oportunidades y desafíos que enfrenta la economía nacional después de haber iniciado un ambicioso proceso de apertura económica.

Se precisa que el PIB se eleve a una tasa anual superior a 5%. El doble del promedio de las últimas tres décadas. Sólo así se puede generar más de un millón de empleos por año.

Para lograrlo es preciso incrementar la productividad de la economía en su conjunto, particularmente de los micronegocios, de las pequeñas y medianas empresas.

El desafío no es menor, de acuerdo con el Inegi, hay más de 5.6 millones de establecimientos. La mayor parte de estos negocios son micro, pequeños y medianos.

La importancia de los establecimientos que emplean a 10 trabajadores se puede ver en su aporte a la generación de empleo: el 95% del total. Aquí es en donde existe el desafío a resolver: la producción de los mismos solamente llega a 9.8% del total.

Evidentemente que esto refleja las restricciones a la generación de riqueza y distribución de la misma, es imposible pagar mejor si las empresas no tienen un entorno económico adecuado para crecer vigorosamente.

Debemos ser contundentes: sí México desea progresar en los índices de competitividad internacional e incrementar su productividad es indispensable que lo haga desde una base de fortalecimiento de sus empresas.

¿Cómo lograrlo? El mecanismo ideal se encuentra al alcance de la economía mexicana: el desarrollo de su sector industrial. Lo anterior no es un secreto, en el reciente Foro Económico de Davos se reconoció a la Cuarta Revolución Industrial como la próxima etapa de desarrollo y crecimiento económico mundial. El comercio internacional es el mecanismo, la solución se encuentra en la industrial de alto valor agregado.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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