Sin duda, una buena noticia de los últimos meses es la decisión del gobierno federal de apresurar la implementación de la reforma educativa. Qué bien que así sea, enhorabuena. El asunto es de la mayor importancia para la sociedad.

Sin embargo, hay un tema en que muy poco se ha hecho, que tiene que ver con el cuidado de nuestras niñas y niños. En años recientes hemos visto un aumento en la frecuencia y dramatismo de los reportes en medios de comunicación sobre casos de violencia entre pares en las escuelas, conocida coloquialmente como bullying.

Lamentablemente, no estamos hablando de una percepción, sino de una realidad. Comparto algunos datos que arrojó el Estudio Internacional sobre Enseñanza y Aprendizaje, realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): México presenta los niveles más altos en robos, agresividad verbal y física de los alumnos de educación secundaria entre países de la OCDE; 24% de los estudiantes de primaria sufre burlas; 17% de los estudiantes de primaria ha sido lastimado por otros alumnos.

Por su parte, el informe sobre Violencia de Género en la Educación Básica en México elaborado por la Secretaría de Educación y la UNICEF, ha encontrado que 9 de cada 10 niños han sufrido alguna agresión por parte de sus compañeros.

Estamos ante una situación inaceptable. Como sociedad, no podemos permitir que nuestros niños pierdan su tranquilidad ni que nuestras escuelas dejen de ser espacios de convivencia respetuosa. No podemos rendirnos ante el bullying. La violencia escolar es un fenómeno socio-cultural que exige una respuesta integral de todos los sectores de la sociedad.

La legislación debe de proteger la integridad de niños y jóvenes y, en este tema, deja mucho que desear. Leyes como la Ley General de Educación, la Ley General para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil o la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, no tienen disposiciones aplicables. Hace falta una legislación específica para combatir la violencia en las escuelas, es un reclamo de la sociedad. Una ley que, sobre todo, deberá enfocarse en la prevención para que contribuya a generar una nueva cultura de la convivencia sana y la paz escolar con un enfoque integral. Además, es bien sabido que la sociedad y la cultura no se modifican sólo con leyes y decretos. Por tanto, es necesario impulsar un cambio de fondo en las escuelas, en los hogares, en la sociedad, para que las escuelas sean centros de convivencia segura.

Los profesores y directivos son fundamentales, de ellos depende guiar con el ejemplo y favorecer una cultura del respeto. Ellos están en contacto con los niños y tienen la obligación y la autoridad para normar su conducta en la escuela. Los padres de familia también tienen un rol muy importante. Es en el hogar donde se inculcan valores como la empatía, el respeto y la convivencia sana. Un niño que puede conversar una vez al día con su padre o con su madre, está recibiendo afecto y no se convertirá ni en víctima ni en victimario de la violencia escolar.

Es necesario revisar las mejores prácticas internacionales, las experiencias y los aprendizajes de otros países donde se ha enfrentado con éxito este problema. La violencia escolar no es un fenómeno aislado que esté ocurriendo sólo en un país o sector socioeconómico. Es un problema que afecta a escuelas de todo el mundo, de todas las clases sociales. Es un reflejo de una sociedad que realmente necesita hacer un alto y preguntarse qué estamos haciendo por cuidar a nuestros niños y jóvenes. Qué estamos haciendo para inculcar en ellos valores y actitudes de convivencia y respeto. Qué estamos haciendo para darles atención, cariño y un ejemplo de vida digno. Por el bien de nuestros niños, tenemos que estar a la altura de este desafío.

Abogado

@jglezmorfin

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