La elección extraordinaria de Colima fue ganada nuevamente por el candidato priísta, ahora por mucho mayor margen que la ordinaria del año pasado; se pasó de 500 a 10 mil votos de diferencia en números redondos. De cualquier manera se denunciaron irregularidades e ilícitos de antiguo sello, como destrucción y robo de urnas. Todo lo cual lleva a varios analistas a decir que la anulación fue una pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero. Que mejor no debió anularse, sino darse por bueno el primer resultado. Y es que el tema de la anulación de los comicios da lugar a dos corrientes de opinión extremas: A) por un lado, algunos consideran que basta que se detecten irregularidades de algún tipo para considerar la elección como sucia e inequitativa, y que por tanto eso sería suficiente para proceder a su anulación. B) En el extremo opuesto, se dice que anular una elección genera desgaste político innecesario, por lo que dicha opción debiera eliminarse de la ley. Adopto una posición intermedia entre ambos extremos. No debiera anularse toda elección por registrarse algunas irregularidades, pues en tal caso prácticamente toda elección debiera anularse. Y en la extraordinaria ocurriría lo mismo, con lo cual jamás se tendría una elección aceptada y validada, pues difícilmente hay elecciones impecables e impolutas. Sin embargo, me parece adecuada la posibilidad de anular una elección cuando pueda demostrarse con suficiente claridad que los ilícitos registrados son determinantes en el resultado. Sólo entonces se justifica anular comicios.

Pero tampoco me parece que, para evitar un desgaste político y ahorrarse un nuevo esfuerzo de organización electoral, se elimine de tajo la posibilidad de anular una elección. Pues en tal caso habrá fuertes incentivos para que los contendientes cometan cuanto atropello e ilícitos sea posible y así ganar por las buenas, las malas o como sea (como haiga sido), al fin que la elección no se anulará. Con las irregularidades y fraudes simplemente se elevarían las probabilidades de cada partido para ganar, sin poner en riesgo nada. Si a eso agregamos que los delitos implicados en la comisión de tales irregularidades no son castigados (salvo para uno que otro mapache, pero jamás en el caso de sus autores intelectuales de alta jerarquía, como volvió a quedar claro en el caso de Arturo Escobar), entonces los incentivos para la comisión de ilícitos y fraudes al por mayor sería enorme

De hecho, sostengo que la anulación por sí misma no basta como elemento disuasivo de la comisión de fraudes. Debieran considerarse sanciones más graves. Se podría, por un lado (como ocurre en algunas legislaciones locales), estipular que cuando los ilícitos sean determinantes en el resultado, se otorgue el triunfo a quien haya quedado en segundo lugar (lo que evitaría una elección extraordinaria, y el castigo al ganador fraudulento sería enorme). Eso, a menos que quien haya quedado en segundo sitio haya incurrido también en irregularidades comprobables (como se dijo del PAN en Colima el año pasado). De ser así, debiera entonces proceder la anulación, pero con nuevos abanderados en el caso de los partidos infractores para que los propios candidatos sean los principales interesados en evitar irregularidades de sus respectivos partidos o equipos. Hay incluso quienes sostienen que de anularse una elección, los partidos infractores ya no debieran participar en la extraordinaria, aunque eso es algo más complejo.

Hay también la queja de que las elecciones extraordinarias implican gastar nuevos recursos de los contribuyentes; de 30 a 40 millones en el caso de Colima. Pero me parece que el gasto es justificado si las condiciones ameritan la anulación. En cambio, esos millones extra en la elección colimense no son nada frente a los 27 mil millones de pesos que costarán los comicios, el financiamiento de partidos y el aparato electoral durante este año. Demasiado por más que haya 13 procesos electorales. Debiera aplicarse ya un programa para reducir significativamente el costo del sistema electoral mexicano, que cada vez cuesta más en lugar de menos.

Profesor del CIDE

FB: José Antonio Crespo Mendoza

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