El título parte de dos concepciones críticas, opuestas entre sí, sobre el papel de los medios. Las dos plantean comportamientos y efectos indeseables, en sus respectivos extremos, de los procesos de comunicación pública en el mundo, pero su discusión podría ayudar a entender la evolución del periodismo mexicano, desde las últimas décadas hasta su desempeño en la agenda de la semana.

Publicado dos años después en español bajo el irónico título de Los guardianes de la libertad, hace casi tres décadas se publicó en inglés, en 1988, Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media, el libro en que Noam Chomsky y Edward Herrman acuñaron el ‘modelo de propaganda’ para establecer la función de los medios como fabricantes de consensos sociales a favor de los intereses de las élites.

De entonces a acá han concurrido a este debate una serie de estudios sobre la naturaleza y los efectos de los medios, en que éstos aparecen como lo contrario: como generadores o transmisores de políticas de resentimiento y animadversión, por ejemplo, The Politics of Resentment: A Genealogy, de Jeremy Engels (2015); o de desencanto o desilusión de la democracia, a través del procesamiento mediático de los mensajes de las élites políticas, por ejemplo, The Politics of Disenchantment: Bush, Clinton, Perot, and the Press, de James Lemert a la cabeza de otros investigadores (1992).

Guerras de élites. Ante la seriedad y la agradecible actitud no convencional de estos estudios aparentemente contradictorios en sus resultados, procede intentar una conciliación. La más obvia radicaría en que el famoso ensayo de Chomsky se elaboró en las vísperas de la caída del Muro de Berlín, es decir, cuando las élites estadounidenses, que incluyen a las grandes corporaciones de los medios, estaban unidas en lo esencial: en la fabricación del consenso anticomunista y de exaltación de la democracia occidental.

Por otra parte, los hallazgos posteriores al colapso del bloque soviético se inscriben en un proceso de rupturas y guerras descarnadas de élites por mercados y por los controles de los aparatos y las políticas del Estado: el contexto en que se habrían desencadenado las políticas de resentimiento y animadversión, así como de desencanto y desilusión de la democracia, colocadas en la agenda por los medios, en los términos de los mencionados estudios más recientes.

Malhumor español y animosidades mexicanas. Ciertamente se trata de hallazgos estadounidenses pero que suelen replicarse en el resto del mundo con las características propias de cada realidad nacional. Por ejemplo, con el telón de fondo de los conceptos de Estado policiaco o de bienestar, el escritor gallego Manuel Rivas juega en El País Semanal con la idea de que es el ‘estado de malhumor’ el que se va imponiendo en España, tanto en la retórica política como en el discurso empresarial y del mundo de la cultura y el periodismo.

A nuestra vez, en México, transitamos de un sistema de medios concentrado en la ‘fabricación de consentimientos’ a partir de la unidad esencial de las élites en el complejo político empresarial que controló la comunicación pública por medio siglo: la expresión local del modelo Manufacturing of consent, de Chomsky- Herman, al repunte de una serie de políticas de resentimiento, animadversión o animosidad, del modelo de Engels, aclimatado a las guerras por los controles del Estado tras la ruptura del grupo gobernante de finales del siglo pasado y la fragmentación del poder a que dio lugar la alternancia electoral del nuevo siglo.

Pero en Politics of resentment, Engels alerta con sentido de urgencia contra las retóricas de odio y las metáforas violentas del discurso mediático y político, en la promoción de intereses partidistas y de negocios, así como de sus costos en términos de desencanto o decepción de la democracia y de las “emociones tóxicas” con las que ésta se suele asociar, como el “miedo, la iracundia o el resentimiento” de los ciudadanos contra la política y sus instituciones.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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