Goystisolo en México. Los lances de estos días de AMLO contra el PRD y del PRD contra AMLO —así como los de ambos contra el PRI y los del PRI contra ambos— embonan con las lecturas y relecturas que me propuse realizar en mi homenaje privado a Juan Goystisolo ante su muerte. Aquellos furiosos intercambios entre cófrades —que en buena medida pertenecieron a una misma iglesia antes de pasarse a dirigir o formar parte de otras— me han permitido actualizar algunas observaciones lúcidas de uno de los escritores más iconoclastas de la segunda mitad del siglo XX.
Alejado de lo que llamó “las vanidades, zancadillas, envidias, miserias de la siempre grotesca tribu literaria…”, y decepcionado de su compromiso con la izquierda, después de su rol temprano como ‘compañero de viaje’ del Partido Comunista Español, Goystisolo ha rememorado aquel clima oscurantista impuesto por Franco, de un lado, y el estalinismo, del otro, como poco propicio para el debate y la libre confrontación de ideas. Y, aunque en otras condiciones y con diferentes orígenes, ese clima no está muy lejos del México de hoy, en que el debate de ideas y programas es suplantado por feroces ajustes de cuentas y la sistemática descalificación y negación del otro.
Así, las diatribas entre priístas y ex priístas: los que salieron de la matriz del PRI al PRD y de allí a Morena —junto a los sobrevivientes de la matriz del Partido Comunista Mexicano y de otros cercanos— bien podrían ir acompañadas de la siguiente reflexión del escritor fallecido, tomada de su libro Coto vedado y referida a lo que ocurría y le ocurría a él hacia el medio siglo XX español:
Desenamorados de su semejanza. “Cuando alguien rompe con un orden coherente y compacto de implicaciones… políticas y morales, su primera y casi irresistible tentación será buscar refugio en un sistema de características intrínsecamente semejantes aunque reñidas y opuestas en lo exterior. En virtud de una serie de esquemas y hábitos arraigados en su fuero interno, el tránsfuga de una iglesia se sentirá muy a menudo atraído por el lenguaje, contextura, modelo jerárquico de la iglesia rival. Amamantado… en la creencia de una clave explicativa del mundo única y totalizadora, de un conjunto de referencias autosuficiente y cerrado, de una verdad infalible, dogmática, desertará de las filas de la doctrina inculcada para abrazar con el mismo fervor y ausencia de espíritu crítico la del adversario irreductible pero simétrico de su primitivo credo oficial”.
Actuada, sobreactuada, calculada o de convicción, la violencia verbal de los desencantados o desenamorados de su semejanza, para parafrasear a Octavio Paz, los hace ver furibundos frente a su propio espejo, vociferando contra sí mismos. Y siguiendo con el texto de Goystisolo, la distorsión se agudiza con la dinámica propia de las iglesias, según la cual “nada aglutina mejor a las agrupaciones humanas que su oposición a las demás”. Arrojar al otro a la condenación se vuelve así “la esencia verdadera de la ortodoxia”, continúa este autor fundamental de nuestro idioma.
‘Implacable enemigo’. En estas condiciones la verdad es que AMLO les lleva ventaja a los demás, en tres planos: 1) el estratégico, porque los ha logrado llevar precisamente a este que es su terreno; 2) el sicológico, por la estructura de su personalidad, intrínsecamente autoritaria, funcional a esa estrategia y a las pulsiones de sus seguidores, y 3) el organizativo: porque ha construido “un partido rígidamente estructurado y jerarquizado” —vuelvo a Goystisolo— con una eficaz plataforma de comunicación y movilización: un púlpito ideal para “marcar a los que no comulgan con él con algún epíteto infame o sectario, destinado a aturdirles y agitarles, obligándoles a descuidar las causas reales de su desacuerdo (y a) refutar de modo crispado y en apariencia culpable su presunta identificación de conducta o palabra con el peor y más implacable enemigo”: la ‘mafia del poder’.
Director general del Fondo de Cultura Económica