Por las encuestas de salida (CNN, 25 mil entrevistados) sabemos algo más de cuáles grupos de electores votaron por cada candidato en Estados Unidos y las razones para ello. Ahí se puede detectar que los grupos inclinados por Trump fueron cuantitativamente mayoritarios dentro del electorado. El 70 % de votantes eran blancos, frente al 12% de afroamericanos y 11% de latinos. Los cristianos, que representan 75% de electores, favorecieron a Trump (los protestantes más que los católicos), mientras que el resto —judíos, “otras religiones” y los “sin religión”— se inclinó por Clinton. Quienes viven en áreas urbanas (34%) votaron más por Clinton, frente a quienes viven en zonas semiurbanas y rurales (66%), que privilegiaron a Trump. Por otro lado, los demócratas votaron más por Hillary y los republicanos por Trump. Es lógico. La pregunta es a cuál de ellos privilegiaron los votantes independientes, es decir quienes no se identifican con ningún partido (31%). Lo hicieron algo más por Trump (48%) que por Hillary (42 %).

Y desde luego, quienes veían en Hillary una gran candidata, votaron por ella por convencimiento. Lo mismo ocurrió con los admiradores de Trump. Es natural. ¿Pero cómo votaron quienes no veían bien a ninguno de los dos punteros? Tenían la opción de hacerlo por alguno de los otros contendientes (Gary Johnson obtuvo casi 5% del voto) o bien emitir un voto útil (estratégico) por alguno de los punteros para derrotar al otro. Muchos supusieron que la mayoría de votantes estratégicos favorecería a Clinton, dada la estridencia y agresividad de Trump. Por lo cual incluso decían que le había convenido a Hillary que fuera Trump el candidato republicano, pues de haberlo sido otro más sensato, sin duda perdería. Y que por eso Hillary no quiso noquear a Trump en el segundo debate, para no provocar un cambio de candidato, pues con aquél tenía asegurada su victoria. Pero no fue suficiente tener a Trump como rival para ganar. Hillary era tan mala candidata que, contra lo esperado, el conjunto de votantes útiles privilegió a Trump. Es decir, votó por él apretándose la nariz para evitar el triunfo de Clinton. De esa magnitud el rechazo a Hillary. ¿Cómo lo sabemos?

Ante la pregunta sobre la opinión de si sólo Hillary era aceptable, o sólo Trump, o ninguno de los dos, 18% dijo que ninguno. Son los votantes útiles. De ellos, 49% se inclinó por Trump frente a 29% de Clinton. Al preguntar cuál de los candidatos era honesto, si sólo Clinton, sólo Trump o ninguno de los dos, 30% optó por ésta última respuesta. De ellos, 45% votó por Trump frente a 40% de Hillary. Igualmente, al preguntar cuál de los abanderados estaba calificado para la presidencia, Clinton, Trump o ninguno de los dos, 14% respondió esto último. De ellos, 69% sufragó por Trump frente a sólo 15% que lo hizo por Hillary. Otra pregunta más indagaba sobre quién tenía la personalidad más adecuada para gobernar. Si bien la mayoría pensaba que era Hillary (49%) frente a 29% de Trump, hubo 14% que respondió que ninguno de ellos. Y de este segmento, un abrumador 72% votó por Trump. Sólo 12% lo hizo por Clinton.

Es decir, los votantes que pueden ser clasificados como “útiles”, y que utilizaron su voto estratégicamente para detener al peor candidato, fueron aproximadamente 20%. De ellos, en promedio 58 % se inclinó por Trump, frente a sólo 24% por Hillary (el resto votó por otros candidatos o anuló su voto). Es decir, si Trump era mal candidato, Hillary fue peor, al menos a los ojos de los votantes independientes y de quienes emiten un voto estratégico. Finalmente, por si quedan dudas sobre el efecto de la intervención del FBI, al preguntar si había preocupación sobre los e-mails de Clinton, 63% respondió que sí, y de ese segmento, 70% votó por Trump. Vaya triquiñuela la del FBI. ¿Pudo esta maniobra ser determinante en el resultado? Desde luego, toda vez que por apenas 108 mil votos en tres estados clave, (Wisconsin, Pennsylvania y Michigan), Hillary perdió la presidencia (.09 % del sufragio nacional).

Profesor del CIDE.
@JACrespo1

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