No dudo de las buenas intenciones de las autoridades del gobierno del Distrito Federal. Sin embargo, si su atención se ha concentrado en dotar a la ciudad de México (CDMX) de una constitución y emprender una lucha por mejorar los salarios mínimos en todo el país, no extraña la manufactura de un pésimo reglamento de tránsito para ordenar la movilidad de peatones, ciclistas, usuarios del transporte público, prestadores del servicio público de transporte de pasajeros, carga y distribución de mercancías, y usuarios particulares de automóvil y motociclistas.

Es un pésimo reglamento por varias razones. Una, es triste ver cómo algo que afecta directamente a 8.8 millones de habitantes del DF más 10 millones de la zona conurbada que hacen su vida en nuestra ciudad capital, se procedió a elaborar reglas con tantos descuidos. ¿Por qué no seguir uno de los procesos más depurados para mejorar la regulación como el que tiene la Comisión Federal de Mejora Regulatoria (Cofemer) adscrita a la Secretaría de Economía del gobierno federal? Si de verdad hay el interés en mejorar el bienestar de quienes vivimos en la capital de la República, ¿por qué no llevar consultas públicas tipo Cofemer?

Segunda, no por aumentar el número de artículos se reglamenta mejor una actividad. Este nuevo reglamento de tránsito tiene 70 artículos, 22 más que el reglamento anterior para incorporar a peatones, ciclistas y motociclistas, y en adición dispone de cinco anexos. Quizá estos anexos sean lo mejor del nuevo reglamento, pues sirven para dar a conocer los señalamientos, red primaria, la sujeción para sillas de ruedas, sistema de retención de menores dentro de un vehículo particular y dispositivos de seguridad para vehículos de transporte de carga. Y esto es muy bueno porque evita la discrecionalidad y obliga a la autoridad a señalizar calles, avenidas entradas a vialidades, etcétera. ¿Lo cumplirán?

Tercera, es un pésimo reglamento porque no tuvieron siquiera el cuidado de copiar bien y adaptar o “tropicalizar” los reglamentos de las ciudades de Estados Unidos. Es decir, es un reglamento pirata región cuatro. Por ejemplo, manejar un vehículo sin póliza de seguro en la CDMX se multa al igual que en la de Nueva York; sin embargo, allá implica suspender la licencia de manejo por un año. Aquí sólo la multa. Algo aún peor, manejar en estado de ebriedad en la CDMX implica arresto administrativo y restar seis de doce puntos a la licencia. En contraste, en Nueva York sí hay una multa onerosa, pero adicionalmente se suspende la licencia de manejo de seis meses a un año. Esto es que allá sí se penaliza fuertemente el manejar en estado de ebriedad.

Cuarta, el reglamento trae un tufo de mala intención para provocar corrupción. Desde luego es maravilloso que el reglamento busque privilegiar al peatón y ciclista para “castigar” el uso del automóvil particular. Sin embargo, la manera como se establecieron las multas es un claro ejemplo de lo que no debe hacerse a menos de que la intención sea morder, esto es promover más corrupción en la entidad federativa que posee el récord de mayor corrupción en el país. El incentivo para extorsionar a los automovilistas lo da el hecho de que todas las multas están sujetas a un intervalo con un valor mínimo y máximo, aunque el número de puntos de castigo sí es fijo. ¿Se va a dejar el criterio de imponer el valor de la multa a uno de estos policías de tránsito habilitados para ello? ¿Es para negociar con el automovilista faltista? Esto no se ve en el reglamento de tránsito de la ciudad de Nueva York donde cada falta tiene su multa específica.

Quinta, un reglamento hecho para un lugar que carece de la infraestructura y la cultura de la legalidad. En cuanto a lo primero, si se busca incentivar a ser peatón se requiere de banquetas en buenas condiciones y en especial transporte público que sea para todos, y que no sea un transporte público que dé servicios no solicitados como masaje, sauna e inseguridad. Ya no digamos las peripecias que deben seguir sufriendo quienes tienen alguna discapacidad.

En lo que respecta a una cultura de legalidad, aquí en este reglamento todo está hecho para expoliar al automovilista con el sistema de puntos que se establece. Si en doce meses se acumulan doce puntos se suspende la licencia de manejo hasta por tres años. Todo dejado a la discrecionalidad, esto es a negociación y por lo tanto a promover la corrupción en toda la cadena de mando.

Una gran diferencia que sí tienen los reglamentos de Estados Unidos con respecto al de CDMX, la constituye los mecanismos de defensa que tienen los automovilistas. Allá se puede apelar a un bajo costo de transacción y además se pueden reducir para varias multas los puntos que lleguen a acumularse. Se envían además mensajes de advertencia en la acumulación de puntos. Aquí todo eso no existe.

En la CDMX nos merecemos algo mejor, pero para lograrlo tenemos que crear una clientela que es la marca de gobernar de la casa.

Economista

@jchavezpresa

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